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Llamamos a todos y a todas no a soñar, sino a algo más simple y definitivo, los llamamos a despertar. - Sup Marcos (1/enero/1999)

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“Porque en el fondo, uno ama al mundo a partir de la certeza que este mundo, triste mundo convertido en campo de concentración, contiene otro mundo posible. O sea, que el horror está embarazado de maravilla.” -Eduardo Galeano

miércoles, 25 de julio de 2012

algunas (primeras) notas sueltas de un mexicano en Chile


24 de julio de 2012

Hace 12 días que llegué a Santiago. 12 días importantes, fuerte con muchas emociones, con la vida a flor de piel. Doce días en que caminos se abren, se bifurcan, se quiebran… doce días de construcción de caminos… de viajarlos a dedo… caminarlos harto, respirarlos.

Doce días en el sur del mundo no son muchos ni son pocos, pero doce días después siento que esta pluma no se acomoda, no se deja agarrar … muevo el cuaderno, lo inclino, me reacomodo en la silla, sacudo los dos o tres cabellos que ya he tirado…

Hace 12 días que me muevo en el sur del mundo y no he comprobado si el agua del escusado gira para el otro lado…

Hace 12 días que la cordillera sorprende mi paso por las calles de Santiago… Así, de pronto, entre los árboles o por el espacio que hay entre dos edificios se deja ver la inmensa (la infinita), la querida presencia de las montañas, nevadas, aquí cerca, al alcance del olfato… al alcance del ojo no acostumbrado (que no quiere acostumbrarse)…

Su querida presencia, su querida omnipresencia… por la mañana, desde el cerro Santa Lucía (Lucía es un nombre que me gusta), la cordillera parece de cartón, sin volumen, sin bordes ni contrastes… por la mañana el aire fresco, frío y esas montañas que a contraluz parecen de cartón…

¿existen? ¿existen o sólo las he imaginado…? Dime, por favor…

Más de una vez he tenido que respirar profundo… esa inmensidad increíble inabarcable insondable se desborda en lágrimas…

Justo en el momento en los que ando distraído por las calles de Santiago, esas montañas me golpean, se asoman de donde se escondían y saltan orgullosas coquetas hermosas y me hacen sonreír…. no me dejan olvidar que llegué, que estoy en el sur del mundo, que por estos días soy un perengano austral.

Durante este viaje he caminado mucho… demasiado… por fin, 12 días después me siento a escribir…


Entonces.

Algunas (primeras) notas sueltas de un mexicano en Chile

Las calles del centro de Santiago son ordenadas, muchos peatones, menos tráfico (taco, en shileno) que en México… pocos puestos de ambulantes (la mayoría de ropa polar para el frío)… los perros callejeros, siempre atareados persiguiendo autos en avenida Alameda, son mucho más gordos que sus pares mexicanos (buenos para taco de suadero del metro Insurgentes). Decenas de personas leen el tarot, algunos gritos molestos de cristianos predicando infiernos con biblia en mano. Lonchería tras lonchería tras lonchería ofreciendo completos, vienesas, churrascos, palta mayo (guácala), lomo a lo pobre (maravilla ésta de comer a lo pobre, es decir, con huevo y cebolla), cazuela de ave y vacuno. Difícil ha sido conseguir un buen café en esta ciudad, casi no hay y en la búsqueda se corre el riesgo de adentrarse a ese local mitológico, como alebrije, que son los cafés con piernas. Alebrijes hechos de pedazos de animales unidos para crear algo único: un letrero grande que anuncie ‘Café’ más una opción tropicalona: Caribe o Haití; un local amplio y viejo pero bien cuidado, pisos lustrosos, espejos en las paredes, máquinas de expresso viejas (de esas rojas), barra bien pulida para tomar el café ; caja registradora de panadería de barrio mexicano; mal café (quemado y ácido) servido con un vasito de soda (cosa que me gusta); decenas de clientes varones, trajeados, fumando, como reunidos en su propia oficina; y el ingrediente secreto: mujeres grandes en vestidos entallados, escotes pronunciados, mostrando sus piernas cubiertas en mallas de polar  (imaginen a Yayita de Condorito con 30 años más y sin cintura…). Mujeres  que coquetean aunque el cliente sea (como era mi caso) 25 años menor (…saquen la calculadora, tengo 31 años)… “Chiquillo, lindo acento, ¿de dónde es usted?”… sobreviví la experiencia.. considere ud. que yo sólo buscaba un café americano negro y amargo… negro y amargo como la vida, como el humor…

¡Plop!

Pocos son los olores que las calles de Santiago emiten… mucho cigarro (me da la impresión que la gente fuma más que en ciudad de México), algunos callejones y recovecos del centro huelen a orín (muchos menos que en ciudad de México). No hay esos olores a fritura, carne cociéndose, de comal en el carbón que las calles chilangas tienen… extraño los olores impúdicos de tortillería de la esquina… la mezcla viva y podrida que emana de los tianguis y mercados… tampoco he reconocido el olor a cochambre negro y pegajoso del metro Tacubaya… ni el olor a sudor de todo un vagón del metro lleno de trabajadores de manos anchas…

De vez en vez las panaderías llenan de mantequilla el aire, algo de incienso se vende en metro Baquedano, hojas amarillentas inundan el polvo en el pasaje del libro de la U de Chile… el ají con vinagre impregna los comedores y loncherías; los parque tan iluminados que se respiran los árboles briznados por sus fuentes…

Dos olores acompañarán mis recuerdos: ese olor a aire de cordillera que destapa la nariz, congela el rostro, abre todos los sentidos (respirar ese aire hace que los ojos se abran para mirar más, mirar todo todo lo que se alcance)… Dos olores, ese aire de cordillera y el acaramelado anuncio de manís garapiñándose (confitándose, dirían acá) en casi cualquier esquina del centro de Santiago. ¡Qué delicia! Mi perdición. Cacahuates siendo caramelizados en plena calle (en cazos de cobre) y a la venta, todavía calientes, por 300 pesos la bolsita.

Otro olor más: mercado central, mariscos.. el piso húmedo del hielo que escurre, las planchas ofreciendo todo tipo de seres marino: con huesos y ojos, con concha, espinas, suaves, babosos, con exoesqueleto, pinzas, 8 patas, pequeños, gigantes… todos en mariscada y paila… cocidos y fritos; grises blancos transparentes rojos anaranjados; olores al hielo que escurre en el mercado de mariscos…

Y el olor de cigarro al despertar después de noche de terremotos. El vino navegado en clavo y naranja… a anticucho (de dudosa calidad) de trescientos pesos en la feria del barrio Yungay, el olor a sopaipilla en la madrugada de Bellavista… 

El metro amerita ser mencionado… siempre limpio, ágil, sin vagoneros… caro, muy caro. La gente respeta los asientos preferenciales. Cada estación tiene los elevadores necesarios para quienes los requieren. Varias estaciones tienen bibliotecas públicas que siempre tienen gente (consideren que acá los libros son un bien de lujo cuyo precio lleva el 20% de impuesto). Hay zonas de wifi libre. Esa campaña de Santiago en 100 palabras es maravillosa. Aunque, he de decir, la gente no entiende eso del ‘deje salir antes de entrar’…

He caminado mucho mucho.. no sé… dos o tres horas diarias, algunos días más. He caminado a todas horas por el centro. He caminado menos por zonas alejadas. Santiago es una ciudad que me ha gustado mucho. Lo he disfrutado demasiado. Tiene algo, algo, no sé. ¿qué? ¿el aire? ¿su tranquilidad? ¿sus paredes todas escritas, dibujadas, graffiteadas?

De las calles de Santiago me gustan sus paredes que gritan NO+LUCRO; FUERA HINSPETER; Nuestras ideas son a prueba de balas; Encuentra tu animal (inentendible rayón  que se repetía cada 50 metros en el barrio de Pañalolén); El arte no vale nada sin los árboles (en las paredes del museo de Bellas Artes); Libertad presos políticos mapuches; Estudio 5 años y pago 15; Antes el cobre, hoy el litio; decenas y decenas de murales; stickers de don Ramón y el chapulín; esténciles del compañero allende y sus lentes; no a la privatización de los mares; esténciles de manos en puño tomando un lápiz… hasta un ‘antigraffiti’ con el rostro del ‘antipoeta’ Nicanor…

Las paredes gritan ‘ellos tienen los medios, nosotros los muros’.

De las calles de Santiago me gustan sus paredes que gritan y sus siempre disponibles botes de basura… las paredes que gritan, los botes de basura, los semáforos peatonales que se respetan y sus ciclovías. Plaza Brasil y el galpón Víctor Jara, su cueca chora, su cueca brava y los carabineros solícitos para detener la batucada.

Concedo que Santiago está contenida. Algo transparente pero fuerte la detiene… como no pudiendo ser lo que se quiere, dices… una ciudad contenida, respondo… y lo que rompe es detenido por los carabineros (carabineros a los que alguien llamó). Doce días en Santiago y no he respirado gas lacrimógeno. Raro, po.

Una ciudad contenida, que privilegia el orden detrás de las paredes todas rayadas. Una ciudad contenida que de pronto se desborda en marchas por plaza Italia. Una ciudad que no ofrece comida ambulante a todas horas en todos lados. Cierto, hace falta la señora de los esquites en plaza Brasil. A Baquedano le quedaría bien alguien vendiendo globos para los niños. Sólo he visto algodones de azúcar en San Cristobal. Santiago no conoce la maravilla de la comida preparada en el tianguis. Aunque ud. no lo crea. Al final de los pasillos de frutas, verduras, carbón, pescado, más fruta, no hay un pinche puesto que venda algo de comer. Nada. Ni papas fritas, empanadas o sopaipillas. Ni dulces, tamales o gorditas. Nada. Ni un anticucho, completo o churrasco. ¿cómo se alivian las cañas en este lugar? ¿Qué almuerzan los fines de semana? No le perdono a Santiago que no haya comida en los tianguis (ferias, dicen acá).

Es una ciudad contenida, pero viva. Ya no aguanta mucho. Siento que el agua está a punto de ebullir. Una parte de la ciudad sigue echando hielo, retrasando el momento en que la vida los desborde; llamando a los guanacos para terminar con la fiesta del roto chileno en plaza Yungay.

Una ciudad contenida por sus guanacos y carabineros y gases lacrimógenos, pero sobre todo por el santiaguino que toma el teléfono y marca al 133 para que venga la policía. Pero siento que el dique ya está frágil: harto patineto, mucho joven y sobre todo demasiadas razones para protestar (justo en este momento está reunido el #ConsejodeSeguridad para criminalizar la resistencia mapuche. Criminalizar es un eufemismo, acá los declaran terroristas)…

Y Allende y Jara y Violeta e Illapú andan y suenan por todos lados. El imaginario chileno los tiene por todos lados. Pero por debajo de la mesa se sigue venerando (¿exagero?) siente la presencia Pinochet y la dictadura. La publicidad del ‘Sí a un país ganador’ utilizada por el gobierno militar durante la campaña previa al plebiscito del 88 ha arrancado muchos ‘Mierda, conchaesumare’… Aquí está la presencia fuerte del recuerdo militar. El gobierno militar y la actual presencia del gobierno de Piñera, de derecha, neolibreal, empresarial y cínica. ¡¡Son hermanos de la misma puta madre los gobiernos de Chile y México!!

Santiago es terreno de lucha entre la memoria, el olvido, el dolor, el perdón y la esperanza.

Decenas, tal vez, cientos de universidades he visto por Santiago. Algunas con el slogan ‘Sin Lucro’. Hay una tensión que se siente. Los actores principales de esta ciudad son su jóvenes, sus estudiantes enarbolando el derecho a la educación y el fin del lucro como banderas de lucha.

Serán mis ojos de viajero, ojos del que mira todo y todo es nuevo, ojos esperanzados… serán mis ojos, pero yo veo un Santiago vivo, viviendo, conociéndose, reconociéndose, abriendo brecha, “ampliando el horizonte de lo posible, de lo imaginable”.

Y acá, al sur del mundo, al extremo austral de Latinoamérica hay que aprender a hablar, ¿cachai? Acá weón (hueón escriben los viejos) es cualquiera, pero webadas no las hacemos todos. Weón es a quién le hablas o de quién hablas o un pendejo cualquiera. “Puta el weón weón, weón”, es decir “Puta aquella persona pendeja, fulano”…

Paco es carabinero que es policía. ¿Te tinca? es ¿te agrada? ¿estás de acuerdo? Polola, novia. Po, po es todo, la sonoridad característica del hablar chileno (shileno, dirían acá). El po da ritmo, confianza, certeza de estar al sur del mundo.

Un completo es un hotdog; palta, aguacate; tomate, jitomate (acá no conocen el tomate verde). El queso mantecoso es el manchego. ¿Qué querí?, ¿qué quieres? Caballero para hablarle a cualquier señor. Mina, muchacha. Hablan rapidísimo, intercalando cachais, po’s, chuchas y weón(a). Odian las ‘s’, las pronuncian como ‘j’. Una frutilla y un cuico son fresas (fruta y persona, respectivamente). Acá no usan chamarras, sino chaquetas. Los sanitarios son servicios y las taquillas, boleterías. Al emborracharse, en este sur del mundo, uno se cura; y al curarse le sigue la caña. Las lucas son miles de pesos. La cresta se parece al un chingo queda hasta la chingada. La pega es el trabajo. Lo cuático es algo complejo, raro, exagerado, extraño. No hay cafés americanos, sólo expresos. La vinatería es botillería. Un peñi es un mapuche. Una tortuga ninja, un granadero. Acá los guanacos no son animales andinos sino camiones lanza agua que utilizan para dispersar manifestaciones. Lo choro es algo chingón, popular, valiente, descarado. Tintán es choro, para acabar pronto. A un cigarro le llaman pucho; a un popote, bombilla.

Del weón hay femenino, weona; hay acciones hechas por weones, las webadas; hay verbo: webear. No me webees, no me jodas.

A un puesto de periódicos le llaman kiosko. Los niños son cabros chicos y los chavos, chiquillos.Las palomitas de maíz son cabritas (de choclo); una torta es un pastel (aquí la inevitable pregunta: ¿qué es la torta de jamón del chavo?); un sándwich se parece mucho a una torta pero sin nada (hay que pedir el aguacate, jitomate, cebolla y demás como ‘agregados’). Ave es pollo, vacuno es res. Maní confitado es cacahuate garapiñado; una tortilla es huevo con papa; una paila es algo como sartén.

La feria es el mercado, la plaza es un parque. Pides fueguito para encender un pucho. La vereda es la banqueta… Si se sorprenden expresan chucha o pucha o mierda… Aunque si te enchuchaste es que te enojaste. Acá, un hijo de puta es un concha de su madre (aunque dicen onchesumare) y un seco es un chingón…

Y acá terrorista es sinónimo de mapuche…
´p


P.D. Más palabras que faltaron: ají (picante); algo está bacán cuando está chido; queda la cagada cuando queda un desastre; es lo que hay para expresar que hasta allí se pudo; un pingüino es un estudiante secundario que es nivel bachillerato; zapallo es la calabaza naranja; poroto es frijol; chuta lo exclamas con disgusto; algo está la raja es que está bien; te vas a carretear cuando vas de fiesta; la guata es la panza....Karadima es el apellido del Marcial Maciel chileno.

....espacio para no olvidar ....

.... la memoria es, ya, una esperanza....

... Memorial de Agravios... para muestra, basta un espejo...

... civiles asesinados durante la guerra en irak ...

... por ustedes rebeldes, rebeldes seremos...

... por ustedes rebeldes, rebeldes seremos...
Foto de Pedro Valtierra