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Ayotzinapa, a 19 meses.
Editorial para Zigma en la Política del 27 de abril de 2016
Pablo Reyna Esteves (@preynae)
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Son ya 19
meses y un día desde que 43 jóvenes normalistas, jóvenes que solamente quieren
ser profesores, fueron desaparecidos a través de un ataque masivo, coordinado no
sólo en Iguala y Cocula sino más allá, hasta a 80 kms a la redonda hasta
Mezcala y Huitzuco. Un operativo donde actuaron no solamente grupos armados de
eso que llaman crimen organizado sino policías municipales de Iguala, Cocula y
Huitzuco, la Policía Preventiva Estatal, la Policía Ministerial Estatal, la Policía
Federal, la Policía Ministerial Federal y sí, también, el 27 Batallón de
Infantería del ejército Mexicano. Todos ellos coordinados en una gran máquina
de guerra que fue capaz de atacar a la población en general, ocasionando 180
víctimas directas, 6 personas asesinadas , un joven en estado vegetativo y 43
jóvenes que fueron desaparecidos.
Y desde
entonces, carajo, la pesadilla del 26 y 27 de septiembre de 2014 no cesa.
Estamos a 3
días de que el Grupo Interdisciplinario de Expertas y Expertos Independientes termine su trabajo. Apenas el
domingo pasado presentaron su II Informe
Ayotzinapa. Informe que devela la maquinaria de impunidad que alimenta a y
se nutre del aparato de justicia en México. Un segundo informe que describe el
catálogo de acciones y omisiones que los tres niveles de gobierno en México han
operado: el encubrimiento, no solo la colusión sino su unidad con grupos
criminales, la fabricación de pruebas, la tortura, la fragmentación de los
expedientes, la nula capacidad de investigación, la falta de transparencia, la
criminalización de las víctimas y de sus coadyuvantes, la sordera, la falta de
empatía… todo para que no conozcamos la
verdad.
Sí, se va el
GIEI pero quedamos nosotros. También es cierto que muchas cosas han sucedido en
la sociedad organizada y organizándose que me hacen soñar en que algún día
sabremos dónde están los jóvenes, en que algún día habrá justicia. Ahora, a
pesar de todo, decenas de familiares de personas desaparecidas a lo largo,
ancho y profundo de este país se han organizado y capacitado para salir en
búsqueda de las fosas que esta maquinaria de guerra y muerte encubre y fomenta.
Ahora, también, hay universidades que están formándose y formando gente
capacitada y sensible para realizar peritajes antropológicos y arrebatarle ese
monopolio a la PGR porque como ha dicho el Equipo Argentino de Antropología
Forense: “lo que vemos en México no lo hemos visto en ningún otro lado.” Vemos,
también, grupos de periodistas colectivizándose para desentrañar la verdad de
los horrores inhumanos que esta maquinaria ha ocasionado en Ayotzinapa, San
Fernando, Cadereyta, Tlatlaya, Tanhauto… carajo, carajo. Se ha descarapelado
esa imagen aséptica que México había mantenido en las esferas internacionales y
cada vez es más evidente que otros gobiernos y medios de comunicación ya no
creen en las verdades históricas. Y sobre todo están ellas, están ellos,
víctimas directas de esta guerra, ellas y ellos, necios, en su dignidad y
búsqueda.
Ya no somos
los que fuimos y seguiremos, mientras seamos sobrevivientes, seguiremos
empujando porque, como ha dicho Carlos Beristaín, miembro del GIEI,
“La verdad
se empeña en salir, y la verdad no se va a poder tapar, y se empeña siempre que
hay quien la empuja” Empujemos.