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Llamamos a todos y a todas no a soñar, sino a algo más simple y definitivo, los llamamos a despertar. - Sup Marcos (1/enero/1999)

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“Porque en el fondo, uno ama al mundo a partir de la certeza que este mundo, triste mundo convertido en campo de concentración, contiene otro mundo posible. O sea, que el horror está embarazado de maravilla.” -Eduardo Galeano

jueves, 4 de septiembre de 2008

La conquista del narco es la misma

Ricardo Robles O. La Jornada, 4 de septiembre 2008

La conquista del narco es la misma

La reciente matanza en Creel, Chihuahua, nos hace repensar qué hay detrás, qué no vemos. Sí, hay complicidades, corrupciones, podredumbre… pero parece que más detrás hay más. La percepción rarámuri del fenómeno nos ayuda a tocar fondo.

Desde hace tiempo, pero especialmente en los meses recientes, un grupo de amigas y amigos hemos buscado comprender mejor lo que en la sierra Tarahumara significa la cada vez más extendida presencia del narco. Es la narcosiembra, que en algunas regiones lleva ya cuatro generaciones de narcocultivadores y ha hecho de esta actividad un modo de vida ordinario, casi el único ya. Pero es también el narcoacarreo, la narcolucha por el control de territorios, la narcocorrupción generalizada, las narcoelecciones compradas, los narcolavaderos del dinero abundante y son también el narcomenudeo y el narcoconsumo.

Resulta evidente además que quienes se ven implicados o se van adentrando en cualquiera de estos aspectos del fenómeno narco, encuentran bienes en él, ingresos –por ejemplo– ante la depauperación a que van siendo sometidos por las economías de explotación salvaje, o de libre mercado, como también se dice.

Ven soluciones en esta actividad del narco y no les queda una amplia gama de opciones para elegir mejor. Ven males también, pero les parecen menores, como resulta ser el riesgo de la vida para los migrantes del desierto.

Todo esto enmaraña una madeja de economía, política, infraestructura regional, principios normativos y valores propios del narco –una cultura quizá– que penetra en diversos grados, paulatinamente, a todos los niveles sociales. Se trata en realidad de una “conquista” con su oro de por medio, su despotismo, sus esclavitudes… con su guerra y todo.

Me lo hizo ver un rarámuri en una plática simple. Preguntó qué es lo novedoso que vemos en el narco, cuando es lo mismo de siempre desde hace cinco siglos. Es otra actividad en la que se presiona y obliga a trabajar a los indígenas, pero es lo mismo. Igual fueron las minas, dijo –palabras más, palabras menos–, igual hubo violencias y crímenes, igual hubo muertes, igual hubo enriquecidos y pobres y en todo nos dejaron la peor parte. Igual fue la invasión de nuestros territorios, igual el saqueo de nuestros bosques, igual va siendo el turismo que hasta nuestra agua se la queda, igual están regresando las mineras. Igual un día trajeron las siembras de mariguana y de amapola. Para nosotros es la misma cosa, así son los invasores, pero a la mejor para ustedes resulta novedad.

Podríamos matizar sus afirmaciones, encontrar niveles y grados en ellas, pero no son rebatibles. Su lógica brota desde la consistencia de abajo y es contundente.

Quizá la única novedad verdadera es que la sangre nos está salpicando de cerca a todos, o que todos estamos siendo conquistados, tiranizados, sometidos, y que los conquistadores son cada vez menos y vienen por todo. Es cuestión de engañar con cuentas alegres y cuentas de vidrio, con espots por ejemplo, para timar y arrebatarlo todo.

En la Tarahumara no hay petróleo, pero de él podría decirse lo mismo que se dice del narco. Sólo que las leyes ya se hicieron y quieren refinarse hoy para los conquistadores del petróleo y no parece conveniente hacerlas en el caso del narco, se arruinaría el negocio y se destaparía el infierno. Justamente en eso andamos ahora. Vaya coincidencia.

Y las mineras insolentes, impunes, tramposas y envenenadoras de la vida, ¿por qué andan tan protegidas como los sicarios a quienes se despeja el campo para que hagan su jale de muerte? ¿Por qué así andan los talamontes y los depredadores de manglares y los urbanizadores de terrenos biodiversos o inundables, o los secuestradores uniformados?

No sólo el narco está matando, su único agravante es al fin convencional, lo anda haciendo sin respaldo legal.

Así va avanzando la guerra del narco, armada a morir, pero sólo es una faceta de la actual conquista de México, y de la del mundo según se pretende.

Sobre los pueblos indios es la misma guerra, la historia vuelve sobre sus propias huellas, las rebeldías se crecen por el mundo, las potencias derrochan, el hambre aumenta, se despedaza el equilibrio frágil de la naturaleza… Nuevamente, sin que sepamos cuándo ni cómo, la presión superará al recipiente que la usa, la ambición global reventará en las manos de sus engendradores. Así ha caminado la historia, y así se va enrumbando.

domingo, 20 de julio de 2008

Un mensaje lleva a otro - John Berger

John Berger (La Jornada, 13 de julio de 2008)

Un mensaje lleva a otro - Cómo resistir la prisión-mundo

La maravillosa poeta estadunidense Adrienne Rich apuntó, en una conferencia reciente, que: “Este año, un informe del Bureau of Justice Statistics (oficina de estadísticas judiciales) revela que uno de cada 136 residentes en Estados Unidos está tras las rejas –muchos en cárceles, sin que se les haya dictado condena.”

En la misma conferencia, citó al poeta griego Yannis Ritsos:

En el campo, la última
golondrina se dilata en partir, y
se mece en el aire como listón
negro en la manga del otoño.

No queda nadie más.

Sólo las casas quemadas
que arden quietas.

* * *

Descolgué el teléfono y supe de inmediato que eras tú que me llamabas desde tu departamento en la vía Paolo Sarpi. (Dos días después de que los resultados electorales anunciaran el retorno de Berlusconi.) La velocidad con que identificamos una voz familiar que llega de la nada es algo que conforta pero también tiene algo de misterioso. Porque las medidas, las unidades que utilizamos en calcular la clara distinción entre una voz y otra, no pueden formularse y son innombrables. No tienen código. En estos días hay más y más códigos.

Así que me pregunto si no habrá otras medidas, igualmente sin código y no obstante precisas, con las cuales calcular otros supuestos.

Por ejemplo, el monto de la libertad circunstancial que existe en una situación dada, su rango y sus límites estrictos. Los prisioneros se vuelven expertos en esto. Desarrollan una sensibilidad particular hacia la libertad, no en tanto principio sino en tanto sustancia áspera y granular. Casi de inmediato detectan los fragmentos de libertad cuando ocurren.

* * *

En un día ordinario, cuando nada sucede y las crisis que se anuncian hora tras hora son ya nuestras viejas conocidas –y mientras los políticos se presentan a sí mismos como única alternativa a la catástrofe–, las personas intercambian miradas al cruzarse unas con otras para cotejar si los demás entienden lo mismo cuando murmuran: así es la vida.

Es frecuente que otros contemplen lo mismo y en ese instante compartan un cierto tipo de cercanía ante algo que no han dicho ni discutido.

Busco palabras para describir el periodo de la historia en que vivimos. Decir que no tiene precedentes significa muy poco, porque ningún periodo tiene precedentes desde que se descubrió lo que llamamos historia.

No busco una definición compleja para el periodo que atravesamos –hay algunos pensadores, como Zygmunt Bauman, que han asumido esta esencial tarea. Sólo busco una figura que sirva como coordenada, como hito o mojonera. Las mojoneras no se explican plenamente por sí mismas, pero ofrecen un punto de referencia que se puede compartir. En eso son parecidas a las suposiciones tácitas contenidas en los proverbios populares. Sin referentes hay un gran riesgo de que los humanos demos vueltas y vueltas.

* * *

El referente que encontré es ése de la prisión. Nada menos. Por todo el planeta vivimos en una prisión.

La palabra nosotros, cuando se imprime o se pronuncia en las pantallas, se ha vuelto sospechosa. Todo el tiempo la usan los que, detentando el poder, con demagogia dicen hablar por aquellos a quienes les niegan ese poder. Hablemos de nosotros pronunciando ellos. Ellos viven en una prisión.

Qué clase de prisión, cómo se construyó, dónde está situada, ¿o acaso utilizo la palabra únicamente como figura del lenguaje?

No, no es metáfora, el encarcelamiento es real, pero para describirlo tiene uno que pensar históricamente.

Qué tipo de prisión

Michel Foucault ha mostrado gráficamente que la penitenciaría fue una invención de fines del siglo XVIII, principios del XIX, vinculada de cerca con la producción industrial y sus fábricas y su filosofía utilitaria. Antes hubo cárceles que eran extensiones de las jaulas y los calabozos. Lo que distingue a la penitenciaría es el número de presos que puede empacar, y el hecho de que todos ellos se encuentren bajo continua vigilancia –gracias al modelo del panóptico, según lo concibiera Jeremy Bentham, que introdujo el principio de la contabilidad a la ética.

La contabilidad exige que toda transacción se anote. Por eso las paredes circulares de las penitenciarías, las celdas dispuestas en círculos y la torre de vigilancia como tornillo en el centro. Bentham, quien fuera el tutor de John Stuart Mill a principios del siglo XIX, fue el filósofo utilitarista que más justificó el capitalismo industrial.

Hoy, en la era de la globalización, el mundo está dominado por el capital financiero, no el capital industrial, y los dogmas que definen la criminalidad y la lógica del encarcelamiento han cambiado radicalmente. Las penitenciarías existen aún y se construyen más y más. Pero los muros de la prisión sirven ahora para un propósito diferente. Lo que constituye una área carcelaria se ha transformado.

* * *

Hace veinticinco años, Nella Bielski y yo escribimos A Question of Geography, una obra acerca del gulag. En el acto dos un zek (un prisionero político) habla con un niño que acaba de llegar acerca de las opciones, de los límites a los que puede elegirse en un campo de trabajo.

Cuando te arrastras de regreso, después de un día de laborar en la taiga, cuando te hacen marchar de regreso, medio muerto de fatiga y de hambre, te dan una ración de sopa y pan. En cuanto a la sopa, no hay opción –tienes que comerla mientras todavía esté caliente, o por lo menos tibia. Y en cuanto a los 400 gramos de pan, tienes una opción. Por ejemplo, puedes cortarlo en tres pedazos: uno para comerlo junto con la sopa, otro para chuparlo antes de dormir en tu camastro y el tercero para guardarlo hasta la mañana siguiente a las diez, cuando trabajes en la taiga y el vacío de tu estómago se sienta como una piedra.

Te hacen vaciar una carretilla llena de rocas. En cuanto a empujar la carretilla hacia el tiradero no hay opción alguna. Ahora que está vacía hay una opción. Puedes llevar tu carretilla de regreso en la misma posición en que la trajiste o –si eres listo, y la sobrevivencia te aviva– puedes empujarla casi parada. Si eliges el segundo modo le das un descanso a los hombros.

Si eres un zek y te vuelven líder de un equipo, tienes la opción de jugar a ser un cabrón o no olvidar nunca que eres un zek.

El gulag ya no existe. Sin embargo, hay millones que trabajan en condiciones no muy diferentes. Lo que ha cambiado es la lógica policiaca aplicada a los obreros y a los criminales.

En los gulag, los prisioneros políticos, categorizados como criminales, fueron reducidos a trabajadores esclavos. Hoy, millones de obreros explotados brutalmente son reducidos al estatus de criminales.

La ecuación del gulag, que igualó criminal con trabajador esclavo, la redactó de nuevo el neoliberalismo igualando al trabajador con un criminal oculto. Todo el drama de la migración global está expresada en esta nueva fórmula: aquellos que trabajan son criminales en potencia. Cuando los acusan, son hallados culpables de intentar sobrevivir a toda costa.

Quince millones de mujeres y hombres mexicanos trabajan en Estados Unidos sin papeles y en consecuencia son ilegales. En la frontera entre México y aquel país se está construyendo un muro de concreto de mil 200 kilómetros y un muro “virtual” de mil 800 torres de vigilancia. Pero, por supuesto, se hallarán caminos –todos ellos peligrosos– para darles la vuelta.

Entre el capitalismo industrial –dependiente de la manufactura y las fábricas– y el capitalismo financiero –dependiente de la especulación de libre mercado y los mercachifles de mostrador– el área carcelaria cambió. (Hoy, las transacciones financieras especulativas suman diario un billón 300 mil millones de dólares; cincuenta veces la suma de los intercambios comerciales.)

La prisión es ahora tan grande como el planeta y sus zonas asignadas varían. A veces se les dice sitio de trabajo, o campo de refugiados, centro comercial, periferia, guetto, conjunto de oficinas, favela, suburbio… Lo esencial es que en estas zonas todos están igualmente encarcelados y, por ende, son los compañeros presos.

* * *

Es la primera semana de mayo y en las laderas de colinas y montañas, a lo largo de las avenidas que circundan las rejas, en el hemisferio norte, se renuevan las hojas de la mayoría de los árboles. No sólo son distintas todas sus variedades de verde, sino que la gente tiene la impresión de que cada una de las hojas es distinta, por lo que se confronta no con billones (la palabra la corrompieron los dólares) sino con una multitud infinita de hojas nuevas.

Para los prisioneros, los pequeños signos de la continuidad de la naturaleza han sido siempre, y siguen siendo, un acicate encubierto para la confianza.

* * *

Hoy, el propósito de casi todos los muros de la prisión (de concreto, electrónicos, de patrullaje o de interrogatorio) no es mantener a los prisioneros dentro para corregirlos, sino mantenerlos fuera y excluirlos.

Casi todos los excluidos son anónimos –por eso hay la obsesión de las fuerzas de seguridad con el asunto de la identidad. También son incontables. Por dos razones. Primero, porque su cantidad fluctúa: cada hambruna, desastre natural e intervención militar (hoy llamadas acciones policiacas) disminuye o incrementa la multitud de excluidos. Segundo, porque evaluar su número es confrontar la verdad de que ellos constituyen la mayoría de los que viven sobre la tierra, y para el poder asumir esto implica hundirse en el absurdo absoluto.

* * *

¿Han notado que cada vez es más difícil sacar las mercancías pequeñas de sus empaques? Algo semejante ocurre con las vidas de quienes tienen un empleo que les brinda ganancias. Quienes tienen empleo legal y no son pobres viven en un espacio muy reducido que les permite menos y menos opciones –excepto la opción binaria y continua entre obedecer y la desobediencia. Sus horas laborales, su lugar de residencia, sus habilidades pasadas, su experiencia, su salud, el futuro de sus niños –todo lo que queda fuera de su función como empleados– ha tenido que asumir un pequeño segundo lugar ante las imprevisibles y vastas exigencias de la ganancia en efectivo. Es más, la rigidez de esta regla de la casa se conoce como flexibilidad. En prisión las palabras se voltean de cabeza.

La alarmante presión de las condiciones del trabajo muy calificado obligaron recientemente a las cortes japonesas a reconocer y definir una nueva categoría propuesta por los médicos forenses: “muerte por trabajo excesivo”.

Ningún otro sistema es posible, le dicen a los empleados bien remunerados. No hay alternativa. Tomen el elevador. El elevador es tan diminuto como una celda.

* * *

Los pueblos no tienen sino el
grado de libertad que su audacia
le conquista al miedo.

Stendhal

Observo a una niña de cinco años mientras toma su clase de natación en la piscina municipal techada. Lleva un traje de baño azul oscuro. Puede nadar y sin embargo le falta la confianza para nadar sola sin ayuda alguna. La instructora la lleva al lado profundo de la alberca. La niña está por brincar al agua y mientras se aferra a la barra larga que le extiende su maestra. Es una manera de que le pierda el miedo al agua. Lo mismo hicieron ayer.

Hoy, ella quiere que la niña brinque sin tomarse de la barra. ¡Uno, dos, tres! La niña brinca, pero en el último momento se prende de la barra. No se profieren palabras. Una leve sonrisa cruza entre la mujer y la niña. La niña se apena, la mujer es paciente.

La niña sale de la piscina trepando por la escala y regresa al borde. Voy a brincar otra vez, dice. La mujer asiente. La niña inhala, expele el aire y brinca, con las manos a los lados, sin sostenerse de nada. Cuando sale a la superficie, la punta de la barra está ahí enfrente de su nariz. De dos brazadas llega a la escala sin tocar la barra. ¡Bravo!

En el momento en que la niña brincó sin prenderse de la barra, ninguna de las dos mujeres estaba en prisión.

* * *

Miremos la estructura del poder del mundo sin precedentes que nos circunda y cómo funciona su autoridad. Toda tiranía encuentra e improvisa su propia serie de controles. Es por eso que al principio uno no los identifica como los crueles controles que son.

Las fuerzas de mercado que dominan al mundo aseguran que son inevitablemente más fuertes que cualquier Estado-nación. Su afirmación la corroboran minuto a minuto eventos que van de la llamada no solicitada que intenta persuadir a quien contesta de comprar una nueva póliza de seguro médico o pensión, al más reciente ultimátum de la Organización Mundial de Comercio.

El resultado es que la mayoría de los gobiernos no gobierna más. Un gobierno ya no maniobra hacia su destino escogido. El término horizonte, con su promesa de un futuro esperado, se desvaneció como discurso político –en la derecha y en la izquierda. Lo que queda es debatir cómo medir los restos. Las encuestas de opinión remplazan el rumbo, remplazan el deseo.

La mayoría de los gobiernos pastorean en lugar de proponer un rumbo. (En la jerga carcelaria estadunidense, pastor es uno de las muchos apodos usados para los carceleros.)

En el siglo XVIII, al encarcelamiento de largo plazo se le definía, con gran aprobación, como “muerte civil”. Tres siglos más tarde, los gobiernos imponen, por ley, por fuerza y mediante el ajetreo de las amenazas económicas, regímenes masivos de “muerte civil”.

* * *

¿No era una forma de prisión vivir bajo cualquiera de las tiranías del pasado? Sí, pero no en el modo que describo. Lo que se vive hoy es nuevo por su relación con el espacio.

Es aquí donde el pensamiento de Zygmunt Bauman es iluminador. Él apunta que las fuerzas corporativas de mercado que ahora gobiernan el mundo son extraterritoriales, es decir, “sin restricciones territoriales, sin restricciones de localidad”. Son perpetuamente remotas, anónimas y nunca toman en cuenta las consecuencias físicas, territoriales, de sus acciones. Y cita a Hans Tietmeyer, presidente del Banco Federal de Alemania: “El reto de hoy es crear condiciones favorables para dar confianza a los inversionistas”. La prioridad suprema y única.

En seguimiento de esto, la tarea que le asignan a los obedientes gobiernos nacionales es controlar las poblaciones mundiales de productores, consumidores y pobres marginados.

El planeta es una prisión y los gobiernos obedientes, sean de derecha o de izquierda, son los pastores, los guardias.

* * *

El sistema-prisión opera gracias al ciberespacio. Éste ofrece al mercado una velocidad de intercambio que lo vuelve casi instantáneo, y que se usa, día y noche, para comerciar por todo el mundo. A partir de esta velocidad la tiranía del mercado obtiene su licencia extraterritorial. Tal velocidad, sin embargo, tiene un efecto patológico sobre sus usuarios: los anestesia. Pase lo que pase, el Negocio como de Costumbre.

No hay lugar para el dolor en tal velocidad: quizá existan anuncios de la existencia de un dolor, pero no alcanzan para hacer sentir su sufrimiento. En consecuencia, la condición humana se desvanece, es excluida de la operación del sistema. Los operadores, los estafadores, están solos porque son ruines en extremo.

Antes, los tiranos eran inmisericordes e inaccesibles pero eran vecinos, gente sujeta al dolor. Éste ya no es el caso, lo que a largo plazo será el error fatal del sistema.

* * *

Las altas puertas se vuelven
a cerrar
Estamos dentro del patio
carcelario
en una nueva temporada

Tomas Transtömer

Ellos son (nosotros somos) compañeros presos. Reconocer eso, en cualquier tono de voz que se declare, contiene una negativa. En ningún lugar como en la prisión se calcula y se espera tanto el futuro, como algo tan rotundamente opuesto al presente. Los encarcelados nunca aceptan el presente como algo definitivo.

Entre tanto, cómo vivir este presente. Qué conclusiones sacar. Qué decisiones tomar. Cómo actuar. Tengo algunas sugerencias, ahora que la mojonera quedó establecida.

De este lado de los muros las experiencias son escuchadas, no hay experiencias que se consideren obsoletas. Aquí se respeta la supervivencia y es un lugar común que con frecuencia la supervivencia dependa de la solidaridad entre los compañeros presos. Las autoridades saben esto –por eso recurren al confinamiento en solitario, sea por medio del aislamiento físico o mediante su manipulador lavado de cerebro, con los cuales los individuos quedan aislados de la historia, con sus legados, de la tierra, y por encima de todo, de un futuro en común.

Ignoren el parloteo de los carceleros. Hay por supuesto carceleros malos y menos malos. En ciertas condiciones es útil distinguir la diferencia. Pero lo que dicen –aun los menos malvados– es pura mierda. Sus himnos, sus consignas, sus fórmulas para encantar, como la seguridad, la democracia, la identidad, la civilización, la flexibilidad, la productividad, los derechos humanos, la integración, el terrorismo, la libertad, se repiten y se repiten con el fin de confundir, dividir, distraer y sedar a los compañeros presos. En este lado de los muros, las palabras que profieren los carceleros carecen de sentido y ya no son útiles para pensar. Cortan la nada. Hay que rechazarlas aun cuando se piensa en silencio.

En contraste, los prisioneros tienen su propio vocabulario con el que piensan. Muchas palabras se mantienen en secreto y muchas son locales, con incontables variaciones. Frases y palabras diminutas que contienen un mundo: “te muestro mi modo”, “algunas veces me pregunto”, “pajarillo”, “algo pasa en el ala B”, “encuerado”, “toma este arete pequeño”, “murió por nosotros”, “anda, llégale, dale nomás”, etcétera.

* * *

Entre los compañeros presos hay conflictos, algunas veces violentos. Todos los prisioneros están privados, aunque hay diversos grados de privación y las diferencias de grado provocan envidias. De este lado de los muros la vida vale muy poco. Que la tiranía global no tenga rostro alienta cacerías para hallar chivos expiatorios, para hallar enemigos definibles en lo instantáneo entre los otros prisioneros. Las asfixiantes celdas se tornan entonces una casa de locos. Los pobres atacan a los pobres, los invadidos saquean a los invadidos. No hay que idealizar a los compañeros presos.

Al no idealizar, tomen nota de lo que guardan en común –su sufrimiento, su entereza, su astucia– que son más significativas, más reveladoras, que aquello que los separa. Y de esto, nacen nuevas formas de solidaridad. Las nuevas solidaridades comienzan con el reconocimiento mutuo de las diferencias y la multiplicidad. Ésa es la vida. Una solidaridad, no de masas, sino de interconectividad, mucho más apropiada para las condiciones de la vida en prisión.

* * *

Las autoridades sistematizan lo más posible sus acciones con tal de mantener mal informados a los compañeros presos de lo que ocurre en otras partes de la prisión mundial. En el sentido agresivo del término estas autoridades no indoctrinan. El indoctrinamiento está reservado para entrenar a la pequeña élite de mercaderes y de expertos gerenciales de mercado. Para la enorme población de presos, no es el propósito activarlos, sino mantenerlos en incertidumbre pasiva, recordarles sin cesar que no hay nada en la vida sino riesgos, y que la tierra es un lugar inseguro.

Esto se logra con una información cuidadosamente seleccionada, con desinformación, con comentarios, rumores y ficciones. Al funcionar, esta operación propone y mantiene una alucinante paradoja porque engaña a la población de la cárcel haciéndola creer que la prioridad de cada uno es hacer arreglos para conseguir su propia protección personal y adquirir de algún modo, aun estando en la cárcel, su propia exención particular del destino común.

La imagen de la humanidad, según la transmite esta visión del mundo, es nuevamente algo sin precedentes. La humanidad es presentada como cobarde. Sólo los ganadores son valientes. Además, no hay dones, sólo hay premios.

Los prisioneros siempre han encontrado formas de comunicarse unos con otros. En la prisión global de hoy el ciberespacio puede ser usado en contra de los intereses de quienes primero lo instalaron. Así, los prisioneros se informan entre ellos acerca de lo que el mundo hace día tras día, y persiguen las historias suprimidas del pasado con tal de erguirse hombro con hombro con los muertos.

Al hacerlo así, redescubren pequeños dones, ejemplos de valentía, una rosa en una cocina donde no hay suficiente qué comer, penas indelebles, lo infatigable de las madres, la risa, la ayuda mutua, el silencio, la resistencia que se agranda siempre, el sacrificio voluntario, más risa.

Los mensajes son breves pero se esparcen en la soledad de sus (nuestras) noches.

* * *

La última sugerencia no es táctica sino estratégica.

El hecho de que los tiranos del mundo sean extraterritoriales explica la extensión de su poder de vigilancia, pero anuncia también una debilidad próxima. Operan en el ciberespacio y se alojan en condominios resguardados. No tienen conocimiento alguno de la tierra que los circunda. Aun más, desprecian ese conocimiento por considerarlo superficial, sin profundidad. Únicamente cuentan los recursos extraídos. No pueden escuchar a la tierra. En el terreno son ciegos. En lo local, están perdidos.

Para los compañeros presos lo contrario es cierto. Las celdas tienen muros que tocándose cruzan todo el mundo. Los actos efectivos de resistencia sostenida están incrustados en lo local, cerca y lejos. La resistencia más remota es escuchar a la tierra.

Poco a poco, la libertad no se encuentra fuera, sino en las profundidades de la prisión.

* * *

No sólo reconocí tu voz que me hablaba desde tu departamento en la vía Paolo Sarpi. Pude también adivinar, gracias a tu voz, lo que estabas sintiendo. Sentí la exasperación o, más bien, la exasperada entereza que se mezclaba –y eso es tan típico de ti– con los rápidos pasos encaminados a la esperanza siguiente.

Traducción: Ramón Vera

Entrevista al Dr. Rodolfo Stavenhagen sobre la Declaración Universal de los Pueblos Indígenas

Entrevista al
Dr. Rodolfo Stavenhagen

sobre la Declaración Universal de los Pueblos Indígenas


Cortesía de CNN en Español






jueves, 12 de junio de 2008

... dos poemas compañeros.....

comp@s, van un par de poemas... de esos poemas de amor lucha rebeldía.... ambos los escuche por primera vez en chiapas, con los zapatistas... van los poemas y los audios que escuché entonces.... y así, entonces y ahora, me estremecen a las lágrimas....

comp@s... que su camino esté lleno de bendiciones
...
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The Seventh

Attila Jozsef


If you set out in this world,
better be born seven times.
Once, in a house on fire,
once, in a freezing flood,
once, in a wild madhouse,
once, in a field of ripe wheat,
once, in an empty cloister,
and once among pigs in a sty.
Six babes crying, not enough:
you yourself must be the seventh.

When you must fight to survive,
let your enemy see seven.
One, away from work on Sunday,
one, starting his work on Monday,
one, who teaches without payment,
one, who learned to swim by drowning,
one, who is the seed of a forest,
and one, whom wild forefathers protect,
but all their tricks are not enough:
you yourself must be the seventh.

If you want to find a woman,
let seven men go for her.
One, who gives his heart for words,
one, who takes care of himself,
one, who claims to be a dreamer,
one, who through her skirt can feel her,
one, who knows the hooks and snaps,
one, who steps upon her scarf.
let them buzz like flies around her.
You yourself must be the seventh.

If you write and can afford it,
let seven men write your poem.
One, who builds a marble village,
one, who was born in his sleep,
one, who charts the sky and knows it,
one, whom words call by his name,
one, who perfected his soul,
one, who dissects living rats.
Two are brave and four are wise;
you yourself must be the seventh.

And if all went as was written,
you will die for seven men.
One, who is rocked and suckled,
one, who grabs a hard young breast,
one, who throws down empty dishes,
one, who helps the poor to win,
one, who works till he goes to pieces,
one, who just stares at the moon.
The world will be your tombstone:
you yourself must be the seventh.





translated from the Hungarian by John Batki
Tomado de: http://wwwwsonneteighteencom.blogspot.com/2007/12/seventh.html


www.Tu.tv
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Sólo queremos ser humanos

les comparto un poema de un poeta guatemalteco llamado Otto Rene Castillo... Luis Cardoza y Aragón escribe acerca de él:

"Otto René Castillo (1936-1967), poeta guerrillero capturado en la Sierra de las Minas con Nora Paiz, su amor, también combatiente, y quemados vivos el 17 de marzo de 1967, durante el gobierno de Méndez Montenegro. De aquel combate según se cuenta sólo salvó la vida el legendario Pablo Monsanto. Vivió 31 años. Dio a su pueblo su canto y su vida. ¿Qué más puede dar un poeta?" (http://www.patriagrande.net/guatemala/otto.htm)

la primera vez que escuché este poema fue en la pequeña cafetería del caracol de Oventik, en el marco de la celebración que el EZLN llevó a cabo por sus 20 y 10 años en 2004. Aquella ocasión un grupo de música popular de la sierra de guerrero la cantó.... aquí el audio que escuché aquella ocasión......

Desde entonces su poesía rebelde y dolorosamente latinoamericana ha acompañado mis pasos... ésta fue la respuesta a la pregunta que ha marcado mi vida... ¿qué estás leyendo?

Va el poema:
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Sólo queremos ser humanos
Aquí no lloró nadie.
Aquí sólo queremos ser humanos,
darle paisaje al ciego,
sonatas a los sordos,
corazón al malvado,
esqueleto al viento,
coágulos al hemofílico
y una patada patronal
y un recuerdo que nos llora el pecho.
Cuando se ha estado debajo de las sábanas viudas.
Cuando se ha visto transitar el hambre en sentido
contrario.
Cuando se ha temblado en el vientre de la madre,
sin conocer aún el aire, la luz, el grito de la muerte.
Cuando eso nos sucede, no lloran los ojos
sino la sangre humana y lastimada.
Aquí no lloró nadie.
Aquí sólo queremos ser humanos.
Recordarle la patria al desterrado
para verlo revolcarse en la nostalgia.
Cargar un pan en una calle de hambrientos
para que se lancen a mordernos hasta el alma,
darle cara de gallina a la miseria
para que la pueda devorar el hambre,
darle sabor de trigo a la saliva sola
y espíritu de leche a la tormenta.
Cuando se ha nacido entre pañales rotos
y cuando se ha nacido sin pañales.
Cuando nos han limpiado pulcramente el aparato
digestivo.
Cuando se nos dice, comed,
comed vuestra miseria, desgraciados.
Cuando eso acontece, no es llanto el que destilan las
pupilas
es una simple costumbre de exprimir los puños en los
ojos
y decir: aquí no lloró nadie,
aquí sólo queremos ser humanos
comer, reír, enamorarse, vivir,
vivir la vida y no morirla.
¡Aquí no lloró nadie!
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Si quieres leer más poesía de Otto Rene da click aquí

miércoles, 11 de junio de 2008

...más de la crisis alimentaria...

comp@s, van unos videos acerca de la crisis alimentaria... el primero está basado en el ensayo "el negocio de matar de hambre"de la ong GRAIN... si les interesa leer el documento completo lo pueden descargar aquí



en este otro video, vandana shiva habla acerca de la crisis alimentaria actual....

martes, 3 de junio de 2008

Seguridad alimentaria: abajo y a la izquierda

Raúl Zibechi, La Jornada 23 de mayo de 2008

Seguridad alimentaria: abajo y a la izquierda

La crisis alimentaria en curso es uno de los mayores desafíos que enfrentan los pobres del mundo, ya que pone a prueba tanto sus movimientos sociales y políticos como sus formas de sobrevivencia. Como se ha escrito en las últimas semanas, la feroz especulación con las commodities es muestra palpable de la decadencia del capitalismo, que ya sólo puede sobrevivir con base en la “acumulación por desposesión”. Si el neoliberalismo es la guerra para apropiarse de los recursos naturales o bienes comunes, la actual especulación con alimentos puede comprenderse como una guerra contra la vida (de los pobres), una guerra biopolítica por el dominio de los cuerpos.

Aunque los análisis más serios con que contamos aciertan en las causas del alza de precios de los alimentos, no atinan sin embargo a la hora de proponer soluciones. Éstas no vendrán de arriba. Un reciente artículo de Aníbal Quijano (“Descolonialidad del poder: el horizonte alternativo”) señala que “el capitalismo colonial/moderno ya no produce ni producirá más empleo, salvo ‘precarizado’ y ‘flexibilizado’, ni más servicios públicos, ni más libertades civiles”. Las alternativas no vendrán, por lo tanto, ni de los estados ni de las instituciones y organismos internacionales, cuyas acciones, a menudo espectaculares y mediáticas, apenas ponen parches a situaciones puntuales pero nunca abordan soluciones de fondo.

Para eso sería necesario, en primer lugar, dejar de considerar a los alimentos como commodities, o sea como valores de cambio al servicio de la acumulación de capital. Pero no existen instituciones capaces de hacerlo, ya que se topan necesariamente con las multinacionales y los gobiernos que las apoyan, entre ellas, claro, los llamados “progresistas” del cono sur de Sudamérica. La seguridad alimentaria que reclaman los pueblos, aparece en algunas prácticas de los de abajo, como los Sin Tierra de Brasil y el neozapatismo de Chiapas, en línea con la experiencia de millones de campesinos e indígenas que siguen cultivando sus parcelas, diversas y heterogéneas. Para hacerlo resisten el avance de los monocultivos y el militarismo, dos caras de un mismo proceso.

En las grandes ciudades, donde vive la mayor parte de la población de nuestro continente, también avanzan alternativas a la crisis de los alimentos. En las periferias de muchas ciudades latinoamericanas abundan las huertas comunitarias y los cultivos de alimentos, familiares o colectivos, que serán el camino a seguir por millones de pobres urbanos a medida que se profundice lo que una vecina de Ciudad Bolívar, suburbio de Bogotá, define como “guerra mundial por la comida”.

En uno de los barrios de esa gigantesca periferia urbana, llamado Potosí, rodeado de cerros donde los paramilitares dictan su ley, unos 15 mil habitantes inventan formas de agricultura urbana. En sólo cinco años han puesto en pie decenas de huertas en la escuela-comunidad Cerros del Sur, epicentro del movimiento, en los terrenos baldíos del barrio, en las propias viviendas y en las azoteas. La mayor funciona en el jardín infantil, donde los vecinos se turnan en minga (trabajo comunitario rotativo) para producir alimentos orgánicos que se vuelcan en el restaurante comunitario, donde 400 niños eluden la desnutrición.

Los cultivos forman parte de un proyecto de bioseguridad alimentaria que incluye también un mercado, inaugurado hace poco tiempo, donde los campesinos acuden a vender directamente a los vecinos, sin pasar por los intermediarios. El mercado quincenal es la forma visible de la alianza rural-urbana, entre pequeños campesinos y productores y consumidores urbanos, pero es también un espacio donde los pobres se relacionan entre sí, instalan ollas comunitarias, bailan y cantan. Una imagen de mercado similar a la que nos legó Fernand Braudel: el espacio de la vida económica, transparente, de competencia controlada, el terreno de la gente común y, por tanto, de beneficios exiguos. Este tipo de mercado ha sido literalmente aplastado por el capitalismo, donde los monopolios sustituyen la comunicación horizontal por el control vertical.

Uno de los mayores éxitos de las huertas de Potosí son los cultivos de quinua, cereal andino altamente nutritivo que complementa la dieta popular. Los vecinos se autoabastecen de quinua y crearon la Corporación Comunitaria Delicias del Sur, que cosecha, envasa y comercializa el producto. El mercado, situado en la plaza del barrio, es escenario de canjes de semillas y de “rondas populares de negocios” en las que se establecen acuerdos entre productores y consumidores populares, entre ellos los comedores comunitarios de Ciudad Bolívar. Uno de los acuerdos es potenciar el trueque, haciendo que cada productor destine 5 por ciento de su producción al intercambio sin moneda, para que todos puedan tener acceso a otros alimentos y productos.

La seguridad alimentaria forma parte de un proceso de construcción de poder desde abajo. No es apenas una cuestión técnica o de difusión de saberes, como pretenden las ONG. Por eso en Potosí han creado un consejo comunal electivo y cuentan con decenas de coordinadoras de cuadra que velan por la consolidación de la comunidad. Son espacios donde se toman las decisiones del día a día y las que afectan a la comunidad a largo plazo. Esa construcción de poder les ha permitido potenciar la producción de valores de uso, antes confinados al espacio doméstico, hasta convertirse en uno de los modos hegemónicos de producción en el barrio.

Puede replicarse, con razón, que se trata de experiencias locales que difícilmente pueden resolver problemas tan graves y vastos como la crisis alimentaria. Sin embargo, conviene no olvidar que las grandes transformaciones, como señaló el subcomandante Marcos en el Coloquio Aubry en diciembre pasado, “no comienzan arriba ni con hechos monumentales y épicos, sino con movimientos pequeños en su forma y que aparecen como irrelevantes para el político y el analista de arriba”.

domingo, 1 de junio de 2008

El dominio enloquece al mundo: Galeano

El dominio enloquece al mundo: Galeano

En Espejos: una historia casi universal, el escritor narra 600 relatos “sin límites, sin fronteras”

Armando G. Tejeda (Corresponsal) La Jornada, 30 de mayo de 2008

El escritor uruguayo Eduardo Galeano durante una entrevista con este diario, en 2000

Madrid, 29 de mayo. A sus 63 años, Eduardo Galeano se dedica a diario a intentar resolver el mayor desafío del lenguaje, sabedor de que eso es “imposible”: utilizar en sus textos únicamente las palabras que sean mejores que el silencio.

Desde esa voluntad de depuración del idioma, el escritor uruguayo escribió su libro más reciente, Espejos: una historia casi universal (Siglo XXI), en el cual mediante 600 historias breves ofrece un panorama inquietante sobre el devenir del mundo y la historia de la humanidad.

En entrevista con La Jornada, Galeano levanta la voz ante el “sistema mundial de dominio que nos está llevando a todos al matadero o al manicomio”.

Ante el empecinamiento del ser humano por “mutilar” el arco iris terrestre con “el racismo, el machismo, el elitismo y el militarismo”.

Todos somos africanos emigrados

–Da la impresión de que con este libro se ha vaciado, ha volcado el conocimiento, las lecturas y los aprendizajes acumulados a lo largo de su vida.

–Creo que sí. La idea era reunir en un solo libro estas 600 historias o relatos que viajan por el mundo y por el tiempo sin límites, sin fronteras.

“Y van y vienen por el mapa del mundo y por el del tiempo. Y sí que recogen una experiencia de toda la vida, muchas lecturas y muchas preguntas.

“Sobre todo recoge las preguntas que yo me he ido formulando a lo largo de mi propia vida.

“Desde que era chiquito e iba a la escuela y la maestra me decía que el vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio los dos océanos desde una cumbre de Panamá. Y yo levantaba la mano y le decía: ‘Señorita, señorita, entonces los que vivían ahí eran ciegos’. Y ella me echaba de la clase por insolente.

“Y las preguntas que después me fui formulando, que se fueron quedando y esperando respuestas que fueran a su vez nuevas preguntas.

“Por ejemplo, otra que abre el libro, cuando pregunto que si Adán y Eva eran negros, porque si el viaje humano empezó en África, desde ahí partieron nuestros abuelos a la conquista del planeta y el Sol fue el que hizo el reparto de todos los colores, pues somos todos africanos y somos todos emigrados.

“Es bueno recordar ahora que todos somos africanos emigrados, ante tanta demonización que hay de la emigración como si fuera un crimen.

“Pero sí, también es un libro de las preguntas incómodas. Yo siempre digo que una buena respuesta es una fuente de nuevas preguntas, así que el libro está escrito por un preguntón, por un curioso, que quiere despertar curiosidad en quien lo lee.”

–Esas 600 historias, contadas así, de manera aparentemente inconexa, ¿es porque también pretendía llamar la atención ante la anarquía que hay en el mundo y en la historia de la propia humanidad?

–Sí, pero que están atadas por hilos invisibles que hacen que esa aparente desconexión no sea más que una expresión de la diversidad de la vida humana, de la historia y de la presencia dominante en esa diversidad de los negados por la historia oficial. Que es una historia que sacrificó, que mutiló el arco iris terrestre.

“Siempre digo que el arco iris terrestre tiene más colores que el celeste. Es mucho más bello, más fulgurante, pero ha sido mutilado por el racismo, el machismo, el elitismo, el militarismo… Entonces no somos capaces de vernos en toda nuestra plenitud asombrosa, en toda nuestra prodigiosa capacidad de hermosura.

“El libro rinde homenaje a la diversidad humana y a la diversidad de la naturaleza, de la que también formamos parte.

“Entonces en apariencia puede parecer inconexo, pero cuando uno se mete a leerlo está armado de tal manera que hay muchísimo trabajo detrás. Es como un río que corre a veces por debajo de la tierra, otras por arriba, pero que nunca deja de correr. Es un solo flujo de un río de muchos ríos.”

Discípulo de Juan Rulfo

–Como una sinfonía.

–La literatura y la música se parecen mucho. Por eso es bueno leer en voz alta. Cuando uno escribe, cuando uno termina un texto se lee en voz alta porque esa lectura te da la música de las palabras. Y la música manda. Tiene que haber una continuidad de la música.

–Después de tantos libros y, sobre todo, aprendizajes, ¿cree que ha llegado al máximo de depuración de su propio lenguaje literario?

–Creo que sí. El lenguaje que yo utilizo no quiero que se vea, pero cada uno de estos relatos ha tenido 15 o 20 tentativas. Como decía un escritor chileno cuando reditaba sus cuentos: edición corregida y disminuida. Yo también los voy disminuyendo, en un trabajo de quitar la grasa para que sólo quede la carne y el hueso de lo que se quiere contar. Es un trabajo de desnudamiento y purificación del lenguaje.

–Un lenguaje poco frecuente en las letras latinoamericanas, en ocasiones demasiado tendentes a la verborrea, ¿no le parece?

–Puede ser, pero yo no creo que la literatura latinoamericana deba ser esto o lo otro, porque lo mejor que tiene esta región nuestra es que es tan diversa. O sea que contiene todos los colores, los olores, los sabores del mundo.

“Si lo mejor que el mundo tiene está en la cantidad de mundos que el mundo contiene, pocas regiones del mundo contienen tantos mundos como la nuestra. Y, por tanto, hay una diversidad de lenguajes y esa es nuestra riqueza.

“Yo escribo a mi manera, lo que siento y me sale, pero hay muchas otras formas de escribir. Todo lenguaje es legítimo en la medida que las palabras nazcan de la necesidad de decir.”

–Pero hay influencias, generaciones literarias.

–Sí, yo escribo a mi manera, que es a su vez una manera muy influida por mi maestro Juan Rulfo. En una entrevista, hace ya algún tiempo, me pidieron que eligiera a los escritores más importantes en mi formación literaria. Yo contesté: Juan Rulfo, Juan Rulfo y Juan Rulfo.

Historias sentipensantes

–En su búsqueda de nuevos lenguajes, supongo que también está al tanto de la evolución de nuestro idioma en la sociedad actual.

–Sí, es un aprendizaje cotidiano. Recibo muchas voces de la calle, que son las que más me alimentan. Y es un trabajo de recreación de las voces que uno recibe. Cuando Rulfo me decía que se escribe más con la goma que con el lápiz, y eso es verdad, pero no toda. Porque también hay que ver cuáles son las palabras.

“Otro maestro mío, Juan Carlos Onetti, con quien compartí pocas palabras y muchos silencios, siempre me decía que había un proverbio chino que decía que las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio.

“Es una idea muy hermosa, porque el silencio es un lenguaje hondísimo y profundo; entonces es muy difícil que las palabras sean mejores que el silencio.

“En realidad eso es imposible, pero uno tiene que intentar esos imposibles. Es el mayor desafío del lenguaje.”

–Precisamente su libro Espejos tiene muchos silencios y mucha calma en su lectura.

–El libro pide lentitud como el amor. Y silencio para que las palabras suenen de verdad.

–¿Usted también asume la literatura como ese juglar que va de pueblo en pueblo contando historias, declamando, leyendo en voz alta esas historias?

–Sí, pero si son conocimientos solos, es decir, mensajes de la razón van a tener poco recorrido. Tienen que ser historias sentipensantes para llegar a quien las lea, tienen que venir de la razón y del corazón. Tienen que unir lo que ha sido desvinculado por la cultura del desvinculo, que es la cultura dominante. Que entre otras cosas ha desvinculado la razón de la emoción, como ha desvinculado el pasado del presente.

“Por eso en el libro se mezcla muchísimo el pasado y el presente; el exterminio de Irak a manos de un señor que cree que la escritura fue inventada en Texas y, al mismo tiempo, el nacimiento del primer poema de amor de la historia humana, que es un poema escrito en Irak, cuando todavía no se llamaba así, en lengua sumeria y en tablillas de barro.”

–Una de esas líneas invisibles que dan sentido a las 600 historias de Espejos, ¿sería la vocación del hombre por la guerra, por esa tendencia a destruirse a sí mismo?

–Creo que los que creyeron que la contradicción es el motor de la vida humana no se han equivocado. Somos una contradicción incesante. Y eso te ayuda a sobrevivir en un mundo difícil; la certeza de que no hay horror que no implique alguna maravilla. La certeza de que somos mitad basura y mitad hermosura. Entonces el libro se alimenta de esa contradicción incesantemente. No sólo del horror sino también del amor.’

–Con especial fijación en las guerras, ¿no cree?

–Sí, porque la guerra es parte del horror. No pienso que la guerra sea un destino humano, pero sí sigue siendo una realidad de nuestro tiempo.

“Cada minuto mueren de hambre o de enfermedad curable 10 niños en el mundo. ¡Cada minuto! ¡Y cada minuto Estados Unidos gasta medio millón de dólares matando inocentes en Irak!”

–También el machismo es una constante de la historia de la humanidad.

–Sí, por eso menciono la paradoja de las vidas de Santa Teresa y Sor Juana Inés de la Cruz. Las dos perseguidas por la Inquisición, los sectores más dogmáticos y feroces de la Iglesia católica y de sus verdades únicas. Sospechosas por ser mujeres inteligentes, creativas, por tener tanto o más talento que los hombres. Y, por tanto, culpables del imperdonable delito de ser ellas mismas.

“El caso de Santa Teresa es el más trágico. Pienso que un brazo de Santa Teresa acompaña a Francisco Franco en su larguísima agonía porque la descuartizaron y mandaron los pedazos a todas partes, y el brazo incorruptible –como le dicen– en la mesita de luz de Franco. Es una broma de mal gusto de la historia.

“Ella, que había sido víctima de los equivalentes de Franco en su tiempo.”

–¿Cómo ve Eduardo Galeano lo que ocurrió recientemente en Sudáfrica, que desconcertó al mundo: el estallido xenófobo en el país que sufrió durante tantas décadas el apartheid?

–Creo que hay un sistema mundial de dominio que está convirtiendo al mundo en un matadero y también en un manicomio. Nos está enloqueciendo a todos y la prueba de esto se está convirtiendo en una locura total es que ese sistema de dominio mundial ha logrado que los negros se maten entre ellos, como está ocurriendo en África del Sur, o que los iraquíes se maten entre sí, como ocurre en Irak, o que los palestinos se maten entre ellos. Nos enloquecen. Ya no sabemos quién es quién, ni por qué ni para qué.

“Ahora el mundo ha entrado en un periodo de crisis muy peligroso y esto va a generar explosiones de racismo por todas partes. El inmigrante, el venido de fuera, sobre todo si es de piel oscura será el chivo expiatorio del paro, del desempleo, de la desocupación.”

–Da la impresión de que el mundo no reflexiona ni guarda silencio para analizar esto así, como sí podemos hacer con su libro, por ejemplo…

–Sí, porque vivimos en un vértigo incesante. Somos presos. Instrumentos de nuestros instrumentos. Máquinas de nuestras máquinas. Y el vértigo de la vida urbana nos impide disponer del tiempo necesario para recuperar la memoria perdida y para recordar las cosas más obvias. Que a Colón nadie le pidió pasaporte, que a Hernán Cortés nadie le exigió contrato de trabajo, que a Francisco Pizarro nadie le exigió certificado de buena conducta, que además no lo hubiera obtenido porque era un tipo con antecedentes muy jodidos.

“Como decía al principio, somos todos africanos emigrados. Son cosas elementales que hemos olvidado por completo y que debemos recuperar para hacer preguntas, como: ¿es un destino este mundo?, ¿no estará embarazado de otro?”

–En el libro también reflexiona sobre la conquista, después de cinco siglos. ¿Cómo ve la situación de los pueblos indígenas?

–Me parece admirable la capacidad que han tenido los indígenas de las Américas en perpetuar una memoria que fue quemada, castigada, ahorcada, despreciada durante cinco siglos. Y la humanidad entera tiene que estarle muy agradecida, porque gracias a esa porfiada memoria sabemos que la tierra puede ser sagrada, que somos parte de la naturaleza, que la naturaleza no termina en nosotros. Que hay posibilidades de organizar la vida colectiva, formas comunitarias que no están basadas en el dinero. Que la competencia contra el prójimo no es inevitable y que el prójimo puede ser algo mucho más que un competidor.

“Todas estas cosas que se han heredado de las culturas originales y que han tenido una persistencia admirable porque han sobrevivido a todo y que se manifiestan ahora.

“Por ejemplo, la nueva Constitución de Ecuador, que lleva nombre indígena, por primera vez en la historia de la humanidad consagra a la naturaleza como sujeto de derecho. Nunca a nadie se le había ocurrido.

“En Ecuador, a pesar de ser un país muy infectado de racismo, como México y todos en América Latina, se ha podido perpetuar una memoria subterránea que hace posible esta recuperación de verdades pronunciadas por voces del pasado más remoto, pero que hablan al futuro.”

Muda de amo

–Y el hecho de que ahora se esté en plena “celebración” del bicentenario de las independencias, ¿qué le parece?

–Las independencias fueron en general los certificados de nacimiento de las naciones, mentira en las que vivimos. Porque todas las constituciones de nuestras repúblicas independientes negaron los derechos a quienes habían derramado la sangre por conseguir esas independencias. Fueron emboscadas contra los hijos más pobres de las Américas. Eso fue unánime y siempre fue así.

“Fueron repúblicas nacidas para la negación de derechos, para la maldición y para el desprecio de la mayoría de sus habitantes, muchos de los cuales pasaron a una peor vida de la que tenían bajo el predominio colonial. O en todo caso se limitaron a mudar de amos. Como decía un grafiti anónimo en una pared de Quito, cuando se promulga la independencia de Ecuador: ‘Último día del despotismo y primero de lo mismo’.”


COSECHA NEOLIBERAL - El Fisgón


COSECHA - El Fisgón

El renacer del idiota social - Marcos Roitman Rosenmann

Marcos Roitman Rosenmann La Jornada, 31 de mayo de 2008

El renacer del idiota social

Hay voces en la academia, la política, y los medios de comunicación que tergiversan los hechos del continente. Son parte de una propuesta de la derecha por imponer relatos maniqueos tendentes a despojar al sujeto de su memoria histórica republicana. Manipulan la realidad según convenga a sus intereses. En este horizonte dirigentes, estadistas, sindicalistas o representantes de movimientos sociales caerán en el saco de lobos con piel de corderos. El mundo se presenta dualmente. El orden y el caos. La luz y la oscuridad. La economía de mercado y el estatismo comunista. La globalización y la autarquía. Paz y seguridad versus terrorismo e inseguridad. Se construye un lenguaje para atacar a las “hordas” antisistémicas y un itinerario cuya hoja de ruta es el aniquilamiento y la destrucción del diferente. Las armas utilizadas son el liberalismo doctrinal, el pensamiento conservador, la sociobiología, la desarticulación de la teoría, la pérdida de la centralidad política y el desánimo de la razón. Se presentan como un frente único para conquistar un nuevo edén. Sus imágenes son las buenaventuras del capitalismo y sus megaproyectos. Obras faraónicas de adoración y procesión transformadas en tótems para la satisfacción de los nuevos dueños del planeta. Urbanizaciones de lujo, campos de golf, torres de cientos de metros, etcétera. La felicidad completa, cuya máxima expresión se dibuja en levantar centros comerciales donde las personas puedan vivir en ellos. Son los auténticos nichos de la virtud del mercado. Extensiones donde encontramos hoteles, restaurantes, cines, entidades financieras, gimnasios, joyerías, agencias de viaje, supermercados... La imagen perfecta para la actual era del consumidor que vive en su interior adaptándose a sus códigos. Su personalidad se flexibiliza para adorar marcas comerciales de comida basura, prendas de vestir, coches, etcétera. En su interior se consolida la mutación del ciudadano al idiota social. Es el proceso de atomización y pérdida de identidad colectiva. La sustitución de la memoria social por el deseo de compra y autismo individualista. El retorno del Idión aristotélico.

En tal lógica, los políticos adscritos a este orden tratan de producir el mayor número de idiotas sociales posibles. Buscan dar continuidad al proceso. Los consumidores deben sentirse en un paraíso terrenal. En dicho mundo, las expectativas, los deseos, las esperanzas, los objetivos de cambio, y las depresiones se superan individualmente. El remedio es satisfacer la angustia por medio de la compra y venta de objetos disponibles en tiendas y en la imaginación. Si le acosan en el trabajo, si le despiden, si violencia de genero, si explotación de clase, si alienación social, no actúe colectivamente. No se proponga un proyecto alternativo de liberación, no critique el sistema. No aluda a los mecanismos de dominación. Solucione el problema por la vía individual. Presente una queja en la oficina del consumidor o vaya al centro comercial más próximo, cómprese una camisa, una corbata, tíñase el pelo y cambie de peinado. Dese algún gusto culinario y machaque el cuerpo. Chocolate, helados, una hamburguesa. Si está muy agobiado y necesita desfogarse termine haciendo yoga en el mismo centro comercial. Y en el medio plazo contrate allí unas vacaciones en playas exclusivas, con todo incluido, la fuente de la juventud. Tratamientos de última generación a precio de oro, en cómodas cuotas mensuales. Si tiene necesidades erótico-festivas piense en turismo sexual. África, Asia, Europa del este, América Latina, Oceanía. Los cinco continentes. No existe como ciudadano. No posee dignidad, ni memoria histórica, ni voluntad, es un consumidor. En definitiva su cuerpo es todo un amasijo para el mercado. Lo posee de manera integral, de los pies a la cabeza. Lo dicho también incluye a los pobres, recuerden a Hernando de Soto, el autor de Otro sendero y El Misterio del capital, el individuo más preocupado por ellos. Según su propuesta, pueden participar de la bacanal a su manera. Deben capitalizar su miseria. Su buenaventura consiste en pasear por los centros comerciales y proyectar su frustración deseando cambiar de estatus. Deben transformar su ahorro en bienes de capital. Sus céntimos conseguidos en los semáforos vendiendo baratijas Los vendedores de baratijas los convertirán en empresarios del mañana y los niños tragafuegos serán los dueños del Circo de Moscú. Deben proyectar su optimismo bajo el discurso de la igualdad de oportunidades y la movilidad social ascendente. Es el discurso ideológico de la perseverancia, acompañado de iniciativa y preparación, factores suficientes para romper el círculo de la pobreza. El gran mito del capitalismo que tan buenos resultados brinda a sus ideólogos y acólitos.

En esta situación se deben soltar lastres. No piense, déjese llevar por la ola del consumo y transfórmese en un consumidor responsable, obtendrá dividendos y vivirá relajado. Acepte con gusto los mensajes del mercado de las ideas. Créase a pies juntillas que un gobernante corrupto y mentiroso como el actual presidente de Colombia, Álvaro Uribe, es un demócrata ejemplar a pesar de las pruebas que lo vinculan con los narcotraficantes, los paramilitares y lo reconocen como responsable de la muerte de decenas de compatriotas. Piense en la inmaculada acción de gobierno de Salinas de Gortari y Zedillo en México y no en sus vínculos con la mafia y su participación en la represión en Chiapas o Acteal. Tampoco crea la verdad del origen espurio del poder del actual presidente Felipe Calderón. Acepte que hubo irregularidades, no fraude, eufemismo para no caer en la degradación mas absoluta. Sólo superada por la designación del secretario de Gobernación, que usó pasaporte español, urdió la trama para manipular la partida de nacimiento de sus padres, pero continúa en el cargo. Sin embargo, se definen portadores de la moral del mercado, que no es otra que la del idiota social, por ello han perdido la dignidad y la condición de ciudadanos. Han decidido borrar su conciencia. Proyectan el paraíso del consumo como la nueva solución final. La actual política consiste en fundar un orden con gobernantes mediocres de pensamiento sistémico. Plutócratas manipulables por quienes manejan los hilos del poder real se muestran sumisos ante el fuerte y acaban humillados y sodomizados en el mercado. El imperialismo lo sabe, transformados en idiotas sociales son presidentes o líderes de la oposición de la política de arriba.

martes, 13 de mayo de 2008

Más sobre la crisis alimentaria

Alimentos: silencioso asesinato en masa en países en desarrollo

■ El futuro inmediato, de penuria y altos precios

■ Los transgénicos no serán la solución

Luis Hernández Navarro / La Jornada 12 de mayo de 2008

Comenzó en México como la guerra de la tortilla en enero de 2007. Se siguió a Italia como la huelga del espagueti nueve meses más tarde. Después se convirtió en alud imparable. Las protestas contra el alza en el precio de los alimentos se sucedieron en Haití, Mauritania, Yemen, Filipinas, Egipto, Bangladesh, Indonesia, Marruecos, Guinea, Mozambique, Senegal, Camerún y Burkina Faso.

En el mundo de hoy hay más hambre de la que había. La desesperación y la rabia ante el hecho de no tener un bocado que llevarse a la boca han provocado saqueos y robo de cereales en campos, bodegas y tiendas; también caos, pillaje e incendios. Muchos gobiernos han respondido con detenciones arbitrarias, asesinatos y torturas. En Pakistán y Tailandia los ejércitos patrullan las calles.

En Haití, las manifestaciones dejaron saldo de varios muertos y decenas de heridos. Para paliar el descontento, el haitiano René Preval anunció un programa de subvención para la producción local de arroz, leche y huevos.

En Marruecos, ciudadanos furiosos han formado los tansikiyate para luchar contra el alza de precios de productos de primera necesidad. El pan subió de golpe 25 por ciento en septiembre de 2007, y se produjeron graves incidentes en la ciudad de Sefrú.

En Egipto, el descontento actual remite a épocas pasadas. El clérigo Sheik Yusef al Bradi, de la Universidad de Al Azar, recordó las similitudes con la famosa “revuelta del pan” en 1977, cuando el gobierno intentó recortar las subvenciones a los alimentos y se produjeron grandes disturbios. Por lo menos tres personas murieron en el delta del Nilo.

En febrero de 2008 se suscitaron graves conflictos en Camerún. La policía reprimió salvajemente a los inconformes. El presidente Paul Biya, quien gobierna desde 1982, reconoció 40 muertos; los inconformes afirman que fueron más de 100.

Se trata de un hecho global. Usualmente la escasez generalizada de alimentos se ha producido en países y regiones localizadas, ante desastres naturales, plagas o guerras. Pero ahora sucede de manera simultánea en multitud de naciones y varios continentes.

El aumento –por ejemplo– a los precios del trigo tiene impacto real, pero limitado, para los consumidores europeos. En el viejo continente el pan supone apenas 1.8 por ciento del costo de la canasta básica. Pero en países con poblaciones pobres, como India, China y Egipto, que han hecho grandes esfuerzos por combatir la desnutrición, ha tenido efectos severos.

La situación es dramática. Cada cinco segundos se produce en el mundo una muerte de un menor de 10 años por hambre, y la situación va a agravarse. Hay cerca de 850 millones de seres humanos que no tienen que comer. El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas estima que, a partir de la actual crisis, hay 100 millones de personas hambrientas más. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), en 37 países se ha desatado una crisis alimentaria. En 2008, los naciones más pobres pagarán 65 por ciento más por sus importaciones de cereales; en algunos países africanos el incremento será de 74 por ciento.

Jean Ziegler, relator especial de la ONU sobre el derecho a los alimentos, sostiene que es como si detrás de cada víctima por la hambruna hubiese un asesinato. “Esto es un asesinato en masa silencioso.”

La ley de San Garabato (vender caro, comprar barato)

La producción de alimentos se ha modificado notablemente en el último año y medio. Las piezas del sistema agroalimentario mundial se han trastocado. Hasta ahora la agricultura se había caracterizado por una caída sostenida en los precios reales, acompañada por incrementos temporales en los precios de algunos productos, cultivos excedentes, agresivas políticas de apoyo a los precios y protección comercial. Esta disminución en los precios ocurrió a pesar del aumento en los costos de fertilizantes y energéticos.

Esa tendencia cambió ya radicalmente. El nivel de reservas de granos y oleaginosas, de acuerdo con los estándares históricos, se ha reducido dramáticamente. Sus precios se han incrementado hasta llegar a las nubes.

Hoy, el arroz cuesta en Asia tres veces más de lo que valía hace apenas tres meses. En la bolsa de Chicago el precio de un bushel (25.401 kilogramos) de maíz alcanzó 6.37 dólares, precio nunca antes visto. El trigo elevó su valor 130 por ciento en un año.

Esta escalada inflacionaria abarca muchos otros productos agropecuarios. En México el litro de aceite subió de 6.73 pesos en enero de 2006 a 36.50 en abril de 2008, mientras el pan de caja pasó de 13.21 pesos en enero de 2006 a 24 en abril de este año. En casi todo el mundo han aumentado lácteos, carnes, huevo, vegetales y frutas.

Irónicamente, durante 2007 la producción mundial de granos aumentó 4 por ciento en relación con 2006. La cosecha fue de 2 mil 300 millones de toneladas. Esto es un volumen tres veces mayor al obtenido en 1961. Sin embargo, durante ese mismo lapso la población humana se duplicó.

El problema del hambre en el mundo no es, entonces, falta de comida, sino que millones de seres humanos no pueden comprarla. En contra de lo que señalan las leyes del mercado, que dicen que si la producción aumenta los precios bajan, el costo de los alimentos ha subido.

Parte de la adversidad proviene de la creciente concentración monopólica de la industria agroalimentaria mundial. El hambre de muchos es la bonanza de pocos. En momentos de adversidad como la actual, un puñado de empresas han visto crecer sus ganancias de manera desorbitada.

Es el caso de las compañías dedicadas a la fabricación de fertilizantes. Durante 2007, Potato Corp incrementó sus beneficios 72 por ciento respecto de 2006. Yara tuvo 44 por ciento más utilidades. Las ganancias de Sinochem crecieron 95 por ciento, y las de Mosaic 141 por ciento.

También las grandes comercializadoras de granos. Durante los tres primeros meses de 2008, Cargill obtuvo beneficios 86 por ciento mayores que durante el mismo periodo del año anterior. En 2007, ADM tuvo ganacias 67 por ciento superiores a las de 2006; Conagra, 30 por ciento; Bunge, 49 por ciento, y Noble Group, 92 por ciento.

Igual suerte tienen las multinacionales procesadoras de alimentos, como Nestlé y Unilever, y las firmas dedicadas a producir semillas y agroquímicos, como Dupont, Monsanto y Sygenta. (Véase, “El negocio de matar de hambre”, Grain, abril de 2008).

Los granos de la mazorca

¿Por qué, entonces, si el volumen de la cosecha de granos en 2007 logró récord mundial, los precios de los alimentos se han elevado?

Básicamente, por la confluencia de cinco factores en el marco de la crisis general de un modelo de producción agropecuario. Éstos son: utilización de granos básicos para elaborar agrocombustibles; incremento en el precio de los insumos; efectos del calentamiento global en la agricultura; cambios en el patrón de consumo alimentario, y la especulación en la bolsa de valores. Todo ellos como parte de la crisis del modelo de la agricultura industrial en grandes predios, altamente dependiente del petróleo, basada en la lógica de las ventajas comparativas y el libre comercio, dominante hoy día.

En sincronía con el aumento del precio del petróleo en el mundo, se ha intensificado la elaboración de agrocombustibles. Más que por el impulso del mercado, su fabricación ha crecido por el apoyo de cuantiosos subsidios y políticas públicas destinadas a su fomento. La Unión Europea acordó como obligación para 2010 que 5.75 por ciento del transporte se base en bioetanol y biodiesel. En Estados Unidos, la legislación prevé que en 2012 se usarán 27 mil millones de litros de agrocombustibles. George W. Bush propuso como meta elaborar 133 millones de litros en 2017. Para ello se ha establecido un ambicioso programa de incentivos económicos a los productores.

El crecimiento de la demanda mundial de agrocombustibles ha reducido la producción de granos, reconvertido los cultivos en amplias superficies agrícolas y disparado los precios. La población mundial consume directamente menos de la mitad de los granos que se cosechan. El resto sirve para alimentar vacas y vehículos motorizados.

El incremento en el precio del petróleo ha subido los costos de producción agrícola. El modelo preponderante es adicto al oro negro. No puede sembrar sin él. Los fertilizantes y parte de los agroquímicos utilizados en las cosechas son hechos con petróleo. La maquinaria y los vehículos para sembrar, cosechar, procesar, almacenar y transportar necesitan combustibles y aceites provenientes de refinados del petróleo. Parte de la energía eléctrica requerida para extraer agua y regar los sembradíos se genera con derivados del petróleo. Los plásticos que cubren invernaderos y las mangueras para regar los campos son fabricados con materias primas provenientes del petróleo. Los materiales para envasar y el trasporte hacia los mercados requieren derivados del petróleo. Y todos ellos cuestan más ahora. Plásticos como el polipropileno valen hasta 70 por ciento más que en 2003.

El modelo agrícola industrial preponderante es parcialmente causante del cambio climático. Ahora, esa transformación ha dislocado la agricultura mundial. La tradicional incertidumbre del sector es mucho mayor. El uso excesivo de fertilizantes, la degradación de suelos, la reconversión de terrenos antes forestales y la ganadería han convertido la agricultura en uno de los mayores productores de gases de efecto invernadero. Según el informe Stern, la suma de producción agrícola, cambio de uso del suelo, producción y comercialización de insumos y fabricación de equipos e implementos agropecuarios, son responsables de 41 por ciento del total de gas carbónico que se emite en el mundo.

El clima ha enloquecido y arrastrado la vida rural. La sequía en Australia devastó las siembras de trigo, y las exportaciones cayeron más de 20 por ciento. Canadá, segundo productor mundial después de Estados Unidos, va a tener la producción más pequeña en cinco años. En Kansas se sufrieron nevadas. En China, el calentamiento global acortará el periodo de crecimiento de los cereales y las semillas no tendrán tiempo de madurar. Además, las recientes inundaciones destruyeron 5.5 millones de hectáreas de trigo y colza. Sequías y lluvias amenazan con derrumbar las cosechas por doquier.

El crecimiento económico en países como India y China ha modificado la pauta de consumo alimentario de millones de personas. Hoy comen más, mejor y otro tipo de productos. Por ejemplo, el consumo de carne de vacuno ha aumentado. Pero para producir un kilo de carne de res en pie se necesitan ocho kilos de cereales. Un kilo de carne comestible requiere el doble de cereales. Así, detrás de los millones de hamburguesas que se consumen en el mundo hay más y más sembradíos de granos y oleaginosas para engordar vacas.

El mercado agrícola ha entrado en la órbita financiera. La comida forma parte del casino de la especulación financiera. Ante la crisis de las hipotecas, la debilidad del dólar y la recesión en Estados Unidos, los fondos de inversión se han trasladado al lucrativo negocio del hambre. La comida se ha convertido –mucho más de lo que ya era– en bien para especular. Durante 2007, dichos fondos invirtieron 175 mil millones de dólares en el mercado de futuros (contratos que obligan a comprar o vender una mercancía a un precio y un plazo determinados). Actualmente dominan 40 por ciento de los contratos en la bolsa de valores de Chicago, proporción sin precedente. La compra de soya en ese terreno pasó de 10 millones de toneladas en marzo de 2007 a 21 millones el mismo mes de este año.

Un modelo en crisis

La producción de alimentos es un arma clave y poderosa que Estados Unidos ha aceitado desde hace décadas. Guerra, alimentos y derechos de propiedad intelectual están estrechamente vinculados con la estrategia económica de la Casa Blanca desde los años 70. Desarrollo de la industria militar, producción masiva de granos y patentes han sido pilares de la hegemonía estadunidense en la economía mundial.

La comida es un instrumento de presión imperial. John Block, secretario de Agricultura entre 1981 y 1985, afirmó: “El esfuerzo de algunos países en vías de desarrollo por volverse autosuficientes en la producción de alimentos debe ser un recuerdo de épocas pasadas. Éstos podrían ahorrar dinero importando alimentos de Estados Unidos”.

Los productos agrícolas made in USA son una de las principales mercancías de exportación de ese país. Con su mercado interno saturado está empujando, agresivamente, para abrir las fronteras a sus alimentos. Una de cada tres hectáreas se destina a cultivar productos agropecuarios para exportación. Una cuarta parte del comercio rural la realiza con otros países. Si hasta antes de 1973 los ingresos por las ventas de este sector al exterior fluctuaban alrededor de 10 mil millones de dólares cada año, a partir de entonces aumentan en un promedio anual de 60 mil millones. El éxito se basó, en mucho, en la combinación de apoyos gubernamentales a la producción y al producto, para derrumbar los precios por debajo de los costos de producción, así como en abundantes subsidios a la exportación.

El presidente George W. Bush lo ratificó al firmar la Ley de Seguridad para las Granjas e Inversión Rural de 2002. “Los estadunidenses –dijo– no pueden comer todo lo que los agricultores y rancheros del país producen. Por ello tiene sentido exportar más alimentos. Hoy, 25 por ciento de los ingresos agrícolas estadunidenses provienen de exportaciones, lo cual significa que el acceso a los mercados exteriores es crucial para la sobrevivencia de nuestros agricultores y rancheros. Permítanme ponerlo tan sencillo como puedo: nosotros queremos vender nuestro ganado, maíz y frijoles a la gente en el mundo que necesita comer.”

Sistemáticamente, los organismos financieros multilaterales han promovido la destrucción de la producción agrícola local y la importación de alimentos de las naciones más pobres. El 70 por ciento de los países en desarrollo son ahora importadores netos de alimentos. Sus habitantes viven el asesinato silencioso en masa de esta guerra no declarada.

Aunque los springbreakers del libre comercio, como Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, insisten en que para superar la crisis hay que hacer más de lo mismo, esto es, liberalizar los mercados, desregular la economía, desarrollar nueva tecnología y dar ayuda alimentaria, el modelo de agricultura industrial y ventajas comparativas comienza a cuartearse. Los estados se han decidido a intervenir en la economía.

Según Economist Intelligence Unit (La Jornada, 29/4/08), “de 58 países cuyas reacciones son seguidas por el Banco Mundial, 48 han impuesto controles, subsidios al consumidor, restricciones a la exportación o aranceles inferiores”. Malawi ha desafiado con éxito el Consenso de Washington y se ha convertido en exportador de granos.

A finales de febrero el presidente Evo Morales aprobó un decreto que prohíbe temporalmente la exportación de varios alimentos, como carne de res y arroz, debido a la escasez en el mercado. La medida también afecta al trigo, el maíz, el azúcar y los aceites comestibles, que Bolivia exportaba a naciones vecinas, cuya carestía en el mercado local disparó los precios. Según el mandatario boliviano, “en la vivencia familiar, cuando sobran nuestros productos, tenemos todo el derecho a vender y exportar; si faltan, estamos en la obligación de garantizar la alimentación familiar”.

Quince países latinoamericanos acordaron en la Cumbre sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria declarar la emergencia. Nicolás Maduro, canciller venezolano, propuso crear un “fondo agrícola-petrolero” y un banco latinoamericano de productos agropecuarios. Los gobiernos centroamericanos están desembolsando dinero en efectivo, dando fertilizantes y semillas mejoradas, comprando granos a los campesinos para evitar que los altos precios terminen hundiendo en la miseria a millones de personas.

India ha prohibido que arroz, trigo, garbanzos, papas, caucho y aceite de soya coticen en el mercado de futuros. Rusia ha congelado precios de leche, huevos, aceite y pan. El gobierno chileno entregará un bono equivalente a unos 45.5 dólares a un millón 400 mil familias pobres. Indonesia ha triplicado sus subsidios a los alimentos.

La superficie agrícola llegó, en lo esencial, a su límite. El modelo de revolución verde de los 60 ha alcanzado un tope. Entre los 70 y 90, los rendimientos agrícolas crecieron a un ritmo de 2.2 por ciento al año. Sin embargo, ahora aumentan a una tasa de uno por ciento anual. No hay tierra agrícola suficiente para producir simultáneamente granos para la alimentación humana y para “dar de comer” a los automóviles. Es falso que transgénicos vayan a resolver esa crisis; por el contrario, la agravarán.

Para los pobres del mundo, las noticias no son buenas. El futuro inmediato será de penuria alimentaria y altos precios. No hay perspectiva de comida barata.

El asesinato silencioso en masa que viven hoy las naciones no desarrolladas y sus pueblos debe ser detenido. Ello sólo será posible cambiando drásticamente el actual sistema agroalimentario. La solución al problema está en manos de 450 millones de campesinos minifundistas, a los que, por todos los medios, se ha tratado de expulsar de sus parcelas. Tres cuartas partes de los pobres del mundo sobreviven de la agricultura, y 95 por ciento de los campesinos habitan en países pobres. Es a ellos a quienes debe apoyarse.

También deben impulsarse políticas públicas que defiendan la soberanía alimentaria de las naciones. Cuando sea necesario, los gobiernos deben tener el derecho a cerrar sus fronteras para defender su producción interna, a apoyar a sus productores con los estímulos que consideren convenientes. Hoy, más que nunca, la agricultura debe estar fuera de la Organización Mundial del Comercio.

Como lo saben quienes han vivido guerras, la mayor debilidad de una nación es depender de otras para alimentar a sus ciudadanos. La comida más cara es la que no se tiene.


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Luis Hernández Navarro / La Jornada, 13 de mayo de 2008

México: el suicidio alimentario

Los gigantes minoristas Wall Mart y Costco racionaron la venta de arroz en Estados Unidos. En 593 tiendas Sam’s Club se limitó la adquisición del grano a nueve bolsas de cuatro kilos por persona al día. Aunque ese país consume sólo la mitad del cereal que cosecha, es el cuarto exportador de arroz en el mundo. Otras naciones productoras, como Vietnam, India y Brasil, prohibieron temporalmente su venta al exterior.

México compra a Estados Unidos la mayor cantidad de arroz que consume. No siempre fue así. En 1994, antes de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la producción nacional del cereal fue de 373.6 mil toneladas y se importaron 431.8 mil. En 2006 la cosecha fue de 290 mil toneladas, pero la adquisición del exterior se ubicó en 769.1 mil.

¿Qué sucedería en nuestro país si Estados Unidos decidiera comportarse como Wall Mart y Costco y racionara sus ventas de arroz? ¿Qué pasaría si Washington suspendiera sus exportaciones como lo han hecho Vietnam, India y Brasil para dedicar el cereal a la engorda de puercos?

No se trata de preguntas retóricas. Se trata de situaciones factibles. Aunque el Papa haya descontinuado el limbo, el alza en los precios de la comida ha llevado al sistema agroalimentario en su conjunto al lugar adonde van las almas de quienes, antes del uso de la razón, mueren sin el bautismo. En la producción y comercio mundial de granos las cosas ya no son como hace dos años.

El sistema agroalimentario atraviesa una crisis profunda, y los países que no producen sus alimentos sufren la peor parte. El Banco Mundial ha diagnosticado que los precios de los comestibles seguirán al alza en los próximos siete años, y si llegan a descender se quedarán en el nivel que tenían en 2004.

La situación para México es de suma gravedad. Empeñado en seguir una política de ventajas comparativas, ha desmantelado buena parte de su base productiva rural. En lugar de cultivar su comida decidió traerla de otras naciones, argumentando que era más barato hacerlo así. El resultado está a la vista: el país importó durante 2007 productos agropecuarios por un valor de casi 13 mil millones de dólares. Debe pagar por ellos precios muy elevados y adquirir mercancías usualmente de mala calidad, si es que puede conseguirlos en los mercados mundiales...

El saldo ha sido demoledor. El incremento sostenido en el precio de 127 alimentos e insumos agropecuarios que importa el país provocó que el año pasado aumentara en 5 mil millones de dólares el costo de la factura por la compra de estos alimentos. La cifra supera el total de los recursos excedentes por exportaciones de petróleo captados en 2007. Tan sólo en el primer trimestre de 2008 el valor de las importaciones de comestibles es de 3 mil 527 millones de dólares. (La Jornada, 4/5/2008). Vendemos petróleo (que es un bien no renovable) para comprar al exterior lo que podemos producir dentro de nuestro territorio.

Ciertamente, además de cerveza, México también exporta algunos productos agropecuarios. Es el caso de diversas hortalizas, legumbres y frutas. Sin embargo, según el Banco de México, éstas han presentado una tendencia al alza, pero es reciente y mucho menos acentuada.

El alza en el precio de los alimentos ha llevado la inflación a su nivel más alto desde 2005. En abril de este año, de acuerdo con cifras oficiales, alcanzó 4.55 por ciento. El índice de la canasta básica se incrementó 5.25 por ciento. Desde enero de 2006 los comestibles que la integran han aumentado su costo más de 60 por ciento.

Lo más grave de la situación es que, a pesar de la gravedad de la crisis, el gobierno federal está empecinado en conducir al país a una situación de mayor dependencia alimentaria. En lugar de aprovechar la situación para estimular la producción interna de granos y fomentar la pequeña producción campesina, ha tomado medidas para seguir importando comida cara. En vez de sustituir importaciones, las estimula.

No obstante ser un instrumento esencial para combatir la especulación y el desabasto, nuestro país no cuenta con reservas estratégicas de alimentos. El gobierno se comprometió a establecerlas cuando se firmó el pacto de estabilización del precio de la tortilla el año pasado. Pero no lo ha hecho. Eduardo Sojo justificó el incumplimiento por la ausencia de presupuesto.

A pesar de que la producción de agrocombustibles es uno de los factores centrales en el encarecimiento de la comida, la administración federal, en voz de Georgina Kessel, secretaria de Energía, se ha embarcado de lleno en la aventura de fabricarlos. Mientras en todo el mundo se oyen voces que alertan en contra de su promoción, aquí nuestros funcionarios estimulan su elaboración. Según el secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, en 2012 México tendrá más de 300 mil hectáreas destinadas al cultivo de productos de los que se extraen etanol y biodiesel, como la caña de azúcar, el sorgo dulce, el cacahuate o la palma africana. O sea, habrá 300 mil hectáreas para alimentar coches y 300 mil hectáreas menos para dar de comer a las personas.

Aunque sea un magnífico negocio para unos pocos, la política de la dependencia alimentaria de Felipe Calderón amenaza a los mexicanos con mayor escasez, desnutrición y carestía. Nos hace mucho más dependientes del exterior (sobre todo de Estados Unidos) de lo que ya somos, lo que ya es mucho decir.

....espacio para no olvidar ....

.... la memoria es, ya, una esperanza....

... Memorial de Agravios... para muestra, basta un espejo...

... civiles asesinados durante la guerra en irak ...

... por ustedes rebeldes, rebeldes seremos...

... por ustedes rebeldes, rebeldes seremos...
Foto de Pedro Valtierra