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#YoSoy132. ¿Qué denuncia? ¿Qué anuncia?
Pablo Reyna Esteves (@preynae)
Texto leído en el Panel “La
emergencia de los jóvenes en la crítica y la construcción del poder” de la
Cátedra Alain Touraine “El Poder Hoy”. Universidad Iberoamericana Puebla.
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11 de octubre de 2013
Buenos días, compañeras.
Buenos días, compañeros.
Primero y antes que nada agradecer a
la Universidad Iberoamericana de Puebla por todo el trabajo comprometido e
inteligente que realizaron para llevar a cabo este espacio de aprendizaje
colectivo, justo en este lugar nombrado en memoria de Ignacio Ellacuría; justo
aquí, en el sitio que durante la visita del Subcomandante Marcos, en el marco
de esta misma CátedraTouraine, nombraron el lugar de la palabra de todos y
todas, el recinto de la escucha de todas y todos.
Agradezco a las y los compañeros de
la Ibero Puebla: Maru, Eduardo, Ana Lydia, Óscar, Claudia, Marcela.
Han sido días de aprendizajes
diversos y profundos para mí. En ese sentido, nuevamente, agradecer a
todas y todos los compañeros que han tomado la palabra los días anteriores. Ha
sido muy impresionante escuchar a Alain Touraine –y verlo tomar
notas-, a Boaventura de Sousa, Adolfo Gilly, Ivon le Bot, Javier Sicilia, Pedro
Miguel, Blanche Petrich y, especialmente, a Rossana Reguillo referirse al
#YoSoy132 como lo han hecho estos días. Sus palabras me obligaron a repensar y
reescribir las notas que hoy orientan las mías. Estoy convencido de que el
pensamiento, los conocimientos son grandes armas para luchar, para resistir,
para nunca dejar de hacer lo que tenemos que hacer. Porque, parafraseando al
compañero Roberto Garretón, el conocimiento sirve para la vida o no sirve para
nada.
Un espacio sobre la emergencia
juvenil no puede pasar sin saludar a los miles de jóvenas y jóvenes zapatistas
que marcharon el pasado 21 de diciembre por las ciudades de Chiapas; las y los
votanes que cuidaron nuestros pasos. También saludo a Héctor Patishtan, hijo
del profesor Alberto Patishtan, preso político por más de 13 años.
Hablo a título personal, pero en mi
voz, en mi pensamiento se refleja lo escuchado y aprendido en decenas de
reuniones, asambleas y marchas compartidas con cientos de compañeras y
compañeros en año y medio. Agradezco a los compas de Más de 131 y #YoSoy132 que
están aquí hoy o que nos siguen por el streaming. Si algo hay de verdad y esperanza
en estas palabras es gracias a ustedes. Si no lo hay, la responsabilidad es
toda mía.
Dicho esto, comparto algunos
contextos y reflexiones sobre #YoSoy132, la emergencia de los jóvenes en la
crítica y la construcción del poder.
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Los contextos históricos, sociales y
no-sociales en México y el mundo en los cuales irrumpe el #YoSoy132 han sido
abordados en muchos de los páneles anteriores.
El proceso de desocialización donde
el poder financiero, el poder más fuerte de todos, especula con capitales,
naturalezas, futuros y las vidas de todos (los otros y los nosotros).
Donde gobiernos activamente controlan
el lado obscuro de internet para espiarnos, controlarnos, vigilarnos porque
todos, todas somos sospechosos.
Donde decir México es un eufemismo,
porque este país es la catástrofe.
La guerra por el control de los
mercados ilegales y territorios entre el crimen organizado y el desorganizado
–es decir, el estado- nos tiene en esta barbarie totalitaria que nos describió
Javier Sicilia, que ha dejado cien mil muertos y siguen, 30 mil desaparecidos y
siguen. México es un juvenicidio.
México, este despotismo democrático
que Gustavo Esteva ha caracterizado como el lodo donde no es posible distinguir
entre el mundo del crimen y el mundo de las instituciones.
Donde el monopolio televisivo
concentra tanto poder como para convencernos que tenemos los medios que
nos merecemos, porque somos un país de jodidos. Un totalitarismo mediático,
donde “los cárteles de la comunicación encubren todo y construyen un imaginario
al reverso de la realidad.” Donde los políticos
profesionales no representan más que a sus propios intereses.
Un
México donde los jóvenes (los que hemos sobrevivido esta guerra; los que no nos
hemos exiliado junto con los más de 20 millones de compatriotas que viven más
allá del Río Bravo) vemos cerrarse una tras otra las puertas, las oportunidades, los derechos.
Y
allí en medio de la catástrofe, cuando en el teatro electoral sólo esperaban el
sonido autocomplaciente de las risas y aplausos grabados, los extras se
enmascararon con el rostro del innombrable – símbolo del neoliberalismo
privatizador en México-, y trajeron a la memoria a Atenco – símbolo de la
violencia de estado y su impunidad-, y develaron el matrimonio del poder
mediático con el actor principal. Allí, frente a la comunidad de la Universidad
Iberoamericana, el escenario se derrumbó. El maquillaje se resquebrajó. El
guión, la historia cambió.
Y en
un solo fin de semana, pasamos de la tristeza y desesperanza a la rabia e
indignación. Y del auditorio a las redes se multiplicaron los ‘yo’s’ que
perdieron el miedo (o se lo aguantaron) y le dieron 131 nombres, 131 rostros,
131 cuerpos, 131 identidades, 131 dignidades y más a un México ávido de ellos,
necesitado de ellos.
Y la
viralización de la emoción, llevó a la viralización de la solidaridad y la
fuerza. Frente a la catástrofe, nosotros, nuestros cuerpos, nuestras redes,
nuestras indignaciones.
Bocanada
de aire fresco. El espacio entre lo que denunciamos y lo que anunciamos, donde
todo fue posible.
En
una semana, #YoSoy132 confrontó al poder mediático y político profesional; se
construyó una identidad y un hashtag; generó solidaridades; y pasó de las redes
a las calles, y también viceversa. Tanto en la Estela de Luz –símbolo de la
corrupción y la guerra en México- como en las Islas de la UNAM, miles de
jóvenes, estudiantes en su mayoría, de universidades privadas y públicas, nos
encontramos… y nos dimos cuenta que no nos conocíamos, pero que teníamos muchas
cosas que decirnos.
Y el
poder tuvo miedo, porque nosotros, ese otros nosotros posible, lo habíamos
perdido. Porque las calles, las asambleas y las redes se abrieron como grandes
alamedas.
Y
denunciamos
la catástrofe, esa acumulación de crisis, esa inhumanidad que se construye en
la normalidad social, en ese orden social que no se mueve solo, sino que se
mueve por mí. Y ante la catástrofe anunciamos ser el mundo que queremos
construir. Nos conocimos y relacionamos y organizamos de otro modo, uno
horizontal, abierto, poniendo nuestras identidades, historias y modos en juego.
De algún modo, las prácticas, los encuentros virtuales y callejeros, fueron el
plan y la propuesta.
Denunciamos
el totalitarismo mediático y anunciamos que sin democracia en los medios, no
hay ni habrá democracia posible. Y fuimos los medios. Bloggeamos, youtubeamos,
streamiamos nuestra propia historia. Propusimos y realizamos un tercer debate
entre candidatos presidenciales (y sus réplicas en varios estados de la
república). Un debate ciudadano cuyos formato, temas y preguntas fueron
construidas colectivamente por decenas de estudiantes.
Denunciamos
las violencias de Estado y su impunidad. Anunciamos que no olvidamos hasta que
la justicia se siente entre nosotros, no olvidaremos. Y conocimos y nos
conocieron en Atenco, en Huexca, en Xochicuautla, Saltillo, Morelia, Cherán.
Denunciamos
la desesperanza, la tristeza y la soledad de la catástrofe, del individualismo
desenfrenado, del desanimo que el adversario nos construye. Anunciamos que la
lucha es felicidad, que el encuentro, el acuerpamiento colectivo son alegría y
consuelo.
Denunciamos
el matrimonio entre los medios y su candidato predilecto. También las prácticas
antidemocráticas de compra de votosa durante la jornada electoral. Anunciamos
que somos ciudadanos con vocación de transparencia y vigilamos, en red y en las
calles, las urnas. Informamos de los cientos de irregularidades que
recopilamos.
Denunciamos
las violencias estructurales y directas del Estado y nos anunciamos como una
lucha pacífica, pero enérgica. Denunciamos la corrupción y sumisión del poder
de Estado a los caprichos del mercado y anunciamos que nuestro objetivo es
crear una nueva cultura política, ampliar el horizonte de lo posible.
Denunciamos
la violencia policía, la criminalización de la protesta, las detenciones
arbitrarias. En las redes y en las calles hemos documentado las violaciones a
los derechos humanos y nos afirmamos en que protestar es un derecho y reprimir
un delito.
Denunciamos
que políticas y poderes globales operan en todo el mundo con las mismas
consecuencias de desocialización e incremento de vulnerabilidad del 99%
(utilizando la expresión de Occupy Wall Street). Anunciamos que somos uno de
los varios movimientos alrededor del mundo. Procesos que con nuestros
particulares contextos e historias estamos apuntando al núcleo del poder, al
centro del sistema para construir un mundo otro.
Y en
eso estamos. Un año y medio después. Un año y medio donde la propia movilización,
la propia resistencia han sido un proceso radical de aprendizaje colectivo, de
formación, tal vez, de una generación entera.
Un
año y medio después, muchos, todavía estamos en la hora de los balances. El
momento de, entre todos, construir esas nuevas palabras, nuevos análisis,
nuevos diagnósticos que nos permitan plantear modos más creativos de
resistencias y alternativas. Procesos diversos donde el #YoSoy132 reflexiona y
construye conocimiento sobre el propio #YoSoy132, sobre el Estado, sobre el
viejo nuevo PRI. Iniciativas y esfuerzos para construir medios libres, profundamente
éticos, profesionalizados y comprometidos. Espacios de defensa y promoción de los
derechos humanos, de defensa del maíz nativo, de análisis sobre la reforma
energética que realmente necesitamos, de acompañamiento a migrantes en su paso
por México, en el acompañamiento y solidaridad con otros movimientos sociales,
en la exigencia de libertad de Alberto Patishtan.
Seguimos,
un año y medio después, porque frente a la catástrofe, ¿quién sino nosotros?