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Notas sueltas de un pesismista constitucional en el 97 aniversario de la Constitución
Editorial para Zigma en la Política del 04 de febrero de 2014
Pablo Reyna Esteves (@preynae)
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Me llamo Pablo Reyna
Esteves y soy uno del 90% de los mexicanos que, como revela una reciente
encuesta, conoce poco o nada de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos. La necesidad de escribir esta breve opinión en el
contexto del nonagésimo séptimo aniversario de la promulgación de la Carta
Magna en Querétaro, me pareció una inmejorable oportunidad para recurrir a mis
apuntes de secundaria y preparatoria al respecto. De nada sirvió la intención,
primero, porque nunca tomé apuntes y, segundo, porque nuestra Constitución ha
sido reformada tanto en los últimos años que ya es otra Constitución.
Y es que a partir de
1982, el año en que México gira hacia las políticas económicas neoliberales, nuestra
Constitución –ese texto general que regula las relaciones entre los poderes y
de éstos con los gobernados- ha sido modificada más de 350 veces disminuyendo
el espíritu social y progresista que hace años memoricé caracterizaba a la del ‘17.
Reforma a reforma, aquél que fuera considerado como el pacto social más
innovador de inicios del siglo XX, aquél, el de las garantías individuales, el del
orgullo por lo establecido en el artículo 3° sobre lo educativo; el 27° en relación al dominio de la nación sobre
los recursos naturales y la propiedad agraria; el 39°, donde la soberanía reside
en el pueblo; el 123, de los derechos de los trabajadores; el 130, de la separación
de la iglesia y el estado. Aquel texto, en los hechos, ya no existe. México
tiene una nueva constitución sin haberla declarado. Se ha desmantelado el
estado de bienestar para impulsar uno neoliberal que sólo representa a los
intereses políticos y económicos de la clase gobernante.
Estamos a tan solo 3
años de su centenario y el debate sobre qué tipo de Constitución necesitamos
para México es urgente. ¿Qué papel debería jugar la constitución en nuestro
país, un país sinónimo de desigualdades, sumido en una guerra, silenciada, pero
guerra y objeto del deseo de poderes económicos y políticos trasnacionales?
Hay quienes argumentan
que para restablecer la paz y el estado de derecho en México es necesario
convocar a un nuevo proceso constituyente. Lo han demandado el EZLN, el MPJD y
el Congreso Popular convocado y constituido hoy mismo. ¿Es posible un nuevo
constituyente con la clase política que tenemos? ¿Es posible cuando tantos
poderes fácticos nacionales y trasnacionales están interesados en lo que queda
de México?
Yo, un pesimista
constitucional, no creo que haya algo para celebrar el día de hoy, y tampoco lo
habrá en tres años.
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