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Papa Francisco, un paraguas
Editorial para Zigma en la Política del 2 de abril de 2014
Pablo Reyna Esteves (@preynae)
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Hasta hace un año me parecía inimaginable que desde esa iglesia anquilosada surgiera humo blanco que entusiasmara al mundo. Sumida en una crisis que abarca desde sus cúpulas imperiales hasta la parroquia de la esquina, la institución iglesia ha empeñado su capital moral en intrigas, luchas de poder, corrupción, silencio cómplice, escándalos de pederastía y lavado de dinero… y se ha resguardado en sus palacios, sus cúpulas, sus dogmas medievales.
Desde allá, donde los lobos visten de púrpura, Francisco ha despertado, por lo menos, asombro y entusiasmo. Con un impecable manejo de la imagen y el lenguaje, Francisco ha sorprendido despojándose de símbolos de opulencia, ha hecho incapie en su humanidad y en su ser pecador. Ha recuperado para la iglesia un mensaje de humildad, sencillez y pobreza. De habla franca y valiente ha interpretado la crisis actual como resultado del capitalismo salvaje, de la idolatría del dinero. Ha llamado a los jóvenes indignados a salir a las calles y armar lío. Ha, también, esbozado algunas reformas de fondo en la institución: aquellas que procuran la transparencia financiera y convocó a una comisión de 8 cardenales de todo el mundo para reformar la curia.
Y aunque parezca insuficiente, lo dicho y hecho por Francisco en este primer año desde que asumió su cargo ya ha generado preocupación en la poderosa derecha católica. Su cercanía discursiva con lo planteado en el Concilio Vaticano II choca de frente con el poder que han cultivado obispos con psicología de príncipes. Esos obispos que en México disfrutan tanto de compartir mesa y vino con el gobierno y los poderes económicos y que son omisos ante fenómenos como la violencia, la migración, las desigualdades.
Pero un hombre, aunque se llame Francisco, no es iglesia. No. Las grandes transformaciones necesarias para nuestra época no vendrán desde arriba, desde Roma. Esa Roma, que detrás de la fachada, se está viniendo abajo. Si acaso, Francisco es un paraguas. Un escudo para que iniciativas desde abajo puedan respirar y transformar, poco a poco, esta iglesia en tensión entre su misión y su institución. A las bases, las parroquias les corresponden los grandes cambios, las grandes revoluciones, las que permitan el diálogo franco y profundo con la cultura contemporánea, desde los movimientos sociales que encuentran su radicalidad en la interculturalidad, la diversidad sexual, la equidad de género, el diálogo interreligioso y los derechos humanos.
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