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Algunas notas sueltas sobre Educación
Editorial Zigma en la Política, 23 de abril de 2014.
Pablo Reyna Esteves (twt: @preynae)
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Hemos
escuchado hasta el cansancio, que la educación ha sido, es y será la mejor arma
para la de transformación de la sociedad, que a través de ella construiremos
sociedades más justas, equitativas, sustentables, dignas, democráticas para
todas y todos los que somos y seremos. Que a través de la educación formaremos
a esas niñas, niños y jóvenes que serán los arquitectos del futuro digno del
cuerno de la abundancia que es México. Hemos leído y likeado en facebook tantas
tantas citas inspiradoras que podríamos irnos a dormir tranquilos esperando el
sueño de los justos.
Pero
la realidad es que la educación, el sistema educativo mexicano, ese campo de
batalla, está en una profunda crisis. La educación no cumple con sus funciones
sociales: no sólo no prepara a la gente para la vida y para el trabajo, sino
que, además, es fuente de exclusión e injusticia. Año con año las cifras muestran
que la escuela profundiza la desigualdad social.
Para
muestra, un censo. Por fin, sabemos cuántas escuelas hay en México. Por fin
sabemos que el 10% no tienen pizarrón, que el 15% no tienen sillas para los
alumnos, que una cuarta parte no tienen agua potable, 2 terceras partes tienen
acceso a internet… También sabemos ya cuántos profesores asisten o no a sus
aulas. Aunque nos hagamos patos, sabemos también que más de 7 millones de
jóvenes mexicanos no pueden ejercer sus derechos a la educación y al trabajo.
¿Y
los responsables de esta tragedia quiénes son? Los noticieros televisivos,
voceros de las cúpulas, no dudan en señalar a los profesores. Se indignan
cuando protestan en defensa de sus derechos y por visibilizar que sus hombros
cargan las consecuencias de los beneficios de otros.
Desde mi
perspectiva, la crisis educativa no es casualidad, sino política de estado.
Las
más recientes décadas se han caracterizado porque el estado mexicano ha
abandonado su carácter social en privilegio del capital, donde ser ciudadanos es sinónimo de ser consumidor. Y la educación, entonces, es un medio para alcanzar este fin. Allí habría que buscar a los responsables, a quienes se benefician de
masas corporativizadas útiles el día de la elección, quienes se benefician de que los
jóvenes sin opciones emigren al norte o vendan su trabajo y su cuerpo en
maquiladoras.
Y el
reto es mayúsculo y profundamente político. Transformar la educación pasa por
transformar la sociedad. ¿Cómo hacerlo? No sé, pero tal vez podamos aprender
algunas de las lecciones que los jóvenes del mundo nos están dando en las redes
y en las calles. Los jóvenes, ante el desastre, se van reconstruyendo como
sujetos colectivos y políticos, que demandan y ejercen sus derechos, en pos de
construir alternativas.
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