::::::::::::::::::::::::::::::::
Como Bartola. Salario
Mínimo.
Editorial
para Zigma en la Política del 24 de septiembre de 2014
Pablo
Reyna Esteves (@preynae)
:::::::::::::::::::::::::::
El pasado primero de
mayo, emblemática fecha que rememora a los mártires de Chicago, esos
sindicalistas anarquistas que fueron asesinados por su reivindicación de los
derechos laborales, Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno del Distrito Federal,
propuso un debate nacional para corregir lo que él mismo llamó “la principal
deformación económica de México: los bajos salarios”.
Sorprendidos, mientras
cerraban las negociaciones de la reforma energética, los Chicago Boys – esos
economistas liberales – fueron de los primeros en responder de acuerdo a su
ideología. Para ellos un aumento ‘por decreto’ del salario mínimo rompe sus
reglas económicas, esas que dicen que los salarios aumentan siempre y cuando
aumente la productividad y que, por lo tanto, la economía crezca. Que el
aumento al salario debería de esperar algunos años hasta que las reformas
recientemente aprobadas den los resultados prometidos en spots. Insisten que
subir los salarios es una medida populista y que ésta no beneficiaría a nadie
porque los precios de los bienes y servicios subirían.
Lo que omitieron los
chicos de Chicago es que el modelo que han impulsado en las más recientes tres
décadas refleja un muy débil crecimiento económico que ha traído como
consecuencia que más de 50 millones de mexicanos padezcan algún grado de pobreza.
Para ellos, el salario mínimo es un instrumento que tiene como única función
controlar la inflación. Es esa receta la que año con año nos deja esos dos
pesos pa’ pagar la renta, el teléfono y la luz… y de lo que sobre pal gasto y
el alipús.
Otras voces han aportado
a la discusión datos que, por lo menos yo, desconocía. Siete millones de
mexicanos que trabajan sobreviven ganando el salario mínimo, esos dos mil
dieciocho pesos mensuales. México es el único país donde el salario mínimo es
inferior al umbral de pobreza per cápita, es decir, que el propio mercado
laboral es un factor de reproducción de la pobreza. Esos millones de trabajadores
son, por lo tanto, parte de la población objetivo de los programas de
desarrollo social de los gobiernos, esos programas como Oportunidades Prospera
cuyos resultados en de reducción de la pobreza son peor que insuficientes y que
están, en estos términos, subsidiando a los empleadores.
Hay otras voces que se
preguntan ¿qué es primero crecer o aumentar los salarios? Es claro que no hemos
crecido con la política centrada en las exportaciones. Tal vez, entonces,
valdría la pena apostar a la expansión del mercado interno, ese mercado que
está fuera del alcance de todos aquellos que aún y trabajando ven perpetuada su
situación de pobreza.
Otros han aportado
cifras que demuestran que aunque la productividad del sector formal ha
aumentado, los salarios siguen estancados. ¿Quién, entonces, se queda con las
ganancias del aumento de productividad? Claramente no son los trabajadores.
El debate está abierto y
es tan relevante que nadie quiere quedarse afuera. Mancera se juega su capital
político en esta propuesta. El gobierno federal también ha anunciado que
trabaja en un plan para mejorar el poder adquisitivo del salario mínimo. Hasta
el PAN, sí el PAN, se ha subido al tren de las consultas proponiendo una para
fijar un nuevo salario mínimo que cubra todas las necesidades de una familia.
Hay tanto interés de los partidos políticos que a mí me genera preocupación, no
vaya a ser que la propuesta filtrada por la partidocracia nos deje como la
Bartola de Chava Flores.