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¿Cómo
se escribe algo sobre San Fernando, Tamaulipas?
Editorial
para Zigma en la Política del 09 de marzo de 2016
Pablo
Reyna Esteves (@preynae)
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¿Cómo
se escribe algo sobre San Fernando, Tamaulipas? ¿Sobre las sistemáticas
desapariciones de cientos o de miles de personas que al transitar por las
carreteras de Tamaulipas con destino a Estados Unidos se encontraron con
retenes criminales a la altura del municipio más grande de este país? ¿Qué
palabras alcanzarían para describir la masacre de 58 hombres, 13 mujeres y una
persona más cuyo sexo no se ha podido determinar en una bodega de 120 metros
cuadrados en medio de campos de sorgo? ¿Cómo, carajo, cómo nombrar que unos
cuantos meses después de la masacre de las y los 72 sea posible que en la misma
zona de la misma carretera del mismo municipio sean cavadas y utilizadas 49
fosas… 49 fosas con restos de, por lo menos, 193 personas? ¿Qué palabras
alcanzan? ¿Cómo se escribe sobre San Fernando?
Tal
vez sea esta la editorial que más nudos en la garganta me ha costado hacer.
Hace días que estoy preguntándome cómo carambas escribirla. Al final no he sabido
responder y la estoy redactando ya con la presión del tiempo encima.
Van
algunas notas caóticas e insuficientes sobre San Fernando.
1.
No
puedo dejar de pensar que la masacre de 72 mujeres y hombres en agosto de 2010
en San Fernando debía de haber sido el fondo más profundo del horror que México
habría de conoce, de tocar en esta guerra. Que lo que sucedió (y probablemente
siga sucediendo) ahí debió de habernos enseñado tantas cosas que no debimos
permitir que volvieran a suceder. Y no. Escuchamos la noticia. Vimos las fotos.
Nos asustamos y decidimos voltear a otro lado. Dimos la espalda. Tanto que las
193 personas secuestradas, asesinadas y enterradas en fosas, en esas fosas, no
están, siquiera, en nuestra breve memoria colectiva.
2.
Desde
2010 y 2011 en San Fernando debimos de haber aprendido lo que una y otra y otra
vez sucede en México. Debimos de haber aprendido que estos horrores son
posibles porque fuerzas de uno o de dos o de los tres niveles del gobierno
participan, permiten, se benefician. Y esta colusión entre gobiernos y crimen
organizado ha desarrollado toda una maquinaria del business as usual. Allí en
San Fernando, como en Iguala y en Tierra Blanca hay evidencia de que fueron
policías municipales quienes secuestraron y entregaron cientos de personas al
crimen organizado. Hay detenidos pero no hay sentencias. Hay detenidos pero no
tenemos certeza de que tengamos, tendremos algún día, alguno, verdad, justicia.
3.
Desde
2010 y 2011 en San Fernando debimos de haber aprendido que la maquinaria de
colusión entre gobiernos y crimen organizado no solamente opera en las carreteras
y los secuestros sino que se extiende absolutamente a todo el sistema. Los
medios criminalizan o descartan a las victimas; las fiscalías no investigan y
si de casualidad supieron algo lo archivan, lo esconden, lo reservan; los
gobernadores se dicen indignados pero llaman a pasar la página, a superar casos
aislados; a las víctimas se les revictimiza una y otra vez apostando a que su
dolor los inmovilice, los calle; los restos son manejados sin ningún respeto,
sin protocolos que permitieran la
identificación de los restos… Sí, todo eso que debimos de haber aprendido y no
lo hicimos ha abonado al abandono institucional y social a las víctimas, las de
San Fernando, las de Ayotzinapa, las de Tierra Blanca…
Esta
maquinara funciona, no le rechina nada, y se encarga no solamente de negocios
criminales, de controlar territorios en base a la violencia y el terror, sino
que también administra la vida y la muerte de cientos, de miles de hombres y
mujeres en este indigno país.
4.
Pero
hay quienes sí han aprendido desde 2010 y 2011… ¿Por qué no hemos vuelto a
escuchar de masacres de 72 personas o de restos de 193 hombres y mujeres
desenterrados de las fosas? ¿Es porque ya no suceden estos horrores? Lo dudo.
Pero estoy seguro de que una de las razones es que las tecnologías de los
asesinatos multitudinarios, de las desapariciones se han sofisticado. Los
criminales ya no abandonan 72 cuerpos ni entierran 193. No, aprendieron. La
tecnología al servicio de la muerte. Ahora leemos que los criminales disuelven
los cuerpos hasta volverlos un viscoso líquido rojo… Ahora leemos que calcinan,
muelen y arrojan las cenizas a ríos. Disuelven, incineran, muelen, arrojan
haciendo imposible extraer ADN de alguna, de una, de unita, de las millones de células que algún día, en
alguna carretera, en alguna escuela normal, formaban parte de la vida de un ser
humano.
5.
Y
debimos de haberlo aprendido en San Fernando y seguimos sin hacerlo… Debimos
acompañarles desde entonces pero seguimos dejándolas solas. Víctimas necias,
dignas que se han encargado de afrontar
todos los obstáculos institucionales y sociales, todos los dolores inhumanos
para exigir justicia, verdad. Y es a través de su afrontamiento, de su
dignidad, de su valentía que obligan a las instituciones y sobre todo a
nosotras y nosotros a no olvidar, a no cerrar los ojos, a escuchar sus
testimonios, sus vidas y a través de sus voces escuchar la vida de quienes hoy
siguen desaparecidos, desaparecidos no una, ni dos, sino miles de veces.
Desaparecidos en una carretera, desaparecidos en los archivos de las fiscalías…
Es en las madres, hermanas, familiares de las miles de personas desaparecidas
en este país indigno donde acaso aún está latente una semillita de esperanza de
verdad y justicia.
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