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Llamamos a todos y a todas no a soñar, sino a algo más simple y definitivo, los llamamos a despertar. - Sup Marcos (1/enero/1999)

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“Porque en el fondo, uno ama al mundo a partir de la certeza que este mundo, triste mundo convertido en campo de concentración, contiene otro mundo posible. O sea, que el horror está embarazado de maravilla.” -Eduardo Galeano

lunes, 4 de febrero de 2008

Acerca del TLCAN y la tragedia del campo

Comp@s, van notas interesante sobre el campo..... Sí, ese lugar que queda entre caseta y caseta de las autopistas de cuota y que nos da de comer....

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Rodrigo A. Medellín Erdmann* (La Jornada, 2 de febrero de 2008)

¿Hay que renegociar el TLCAN?

Ante la total apertura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hay un clamor de renegociar el capítulo agropecuario, por el impacto negativo que ha tenido en el campo. El gobierno se niega. Se perderían, dice, los beneficios logrados. El problema es que el gobierno mismo ha violado los términos del tratado en perjuicio de los productores mexicanos. No los ha apoyado, y los ha expuesto prematuramente a una competencia ruinosa (autorizando, por ejemplo, la importación de granos por encima de las cuotas acordadas y casi sin impuestos).

El deterioro del campo tradicional viene de lejos. La tecnocracia lo acusa de improductivo e incompetente. Quienes conocemos la realidad sabemos que no es así. Con recursos escasos y condiciones adversas, el campo lograba maravillas de eficiencia, aunque la pobreza aumentaba. ¿Cómo se entiende esta paradoja? Con una comparación: la economía de los campesinos e indígenas era como un barril al que echaban agua con su trabajo. Pero al barril le habían hecho muchos agujeros. Por más agua que echaran, siempre estaba vacío. Ejemplos de agujeros: los intermediarios voraces de insumos y productos; crédito caro e ineficiente; saqueo de recursos naturales; caciques, funcionarios corruptos, líderes charros; altos costos de servicios; bienes de consumo caros. Los programas de apoyo al campo resultan mangueras que echan agua al barril… sin haber tapado los agujeros. Los campesinos e indígenas lograban subsistir y producir en un medio muy adverso. Sin embargo, el diagnóstico tecnocrático acabó por desahuciarlos: los decretó no viables en el esquema neoliberal. Se eliminaron programas de apoyo, se promovió la venta y privatización de la tierra, y el éxodo rural de millones, supuestamente para así lograr eficiencia y competitividad.

En este contexto se firmó el TLCAN y se inició su manejo perjudicial. Y, ante las políticas públicas tan adversas, la mayoría de los barriles acabaron por tronarse. Tal parece que el gobierno hubiera elaborado un plan maestro… para destruir el campo, y lo ha ido logrando. La capacidad productiva se colapsó, fue ya imposible subsistir en comunidades rurales; se rompió su tejido social; se agravó el hambre y la pobreza-miseria extrema; se aceleró la migración masiva hacia el norte: no son masas que persigan el sueño americano, sino que huyen de “la pesadilla mexicana”, aun arriesgando la vida.

La migración masiva parecía positiva como válvula de escape ante el desempleo y la supuesta falta de recursos públicos. Llovieron las divisas con las remesas. La menor producción de maíz en sectores tradicionales “ineficientes” se suplió cómodamente importando el grano y produciéndolo en enclaves “modernos”. Pero las cosas han tomado otro rumbo. La posible recesión en Estados Unidos va a provocar desempleo y mayores agresiones xenófobas contra los migrantes. Las remesas se van a reducir. De este lado, las condiciones del empleo son tan precarias que no se podría acomodar a un número importante de mexicanos que quisieran regresar, o fueran expulsados.

Con las políticas públicas anticampesinas, se ve difícil que el gobierno quiera renegociar el TLCAN. Sin embargo, el mismo tratado ofrece una respuesta. Está estipulada una salvaguarda conocida como “cláusula de escape”: si se provoca una competencia ruinosa tal que algún sector productivo pudiera sufrir un daño irreversible, es posible aplicar esa previsión del tratado (párrafo 3 del artículo 301). No se requiere renegociar para evitar la total destrucción del campo; más bien, hay que aplicar la “cláusula de escape” y cambiar drásticamente las políticas públicas.

Pero el gobierno mexicano –sobre todo la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación– da la impresión de no estar muy preocupado por la situación del campo. Aduce cifras de producción agregadas para demostrar que la realidad es mejor que nunca. Tampoco parece preocuparle la posible inquietud social, pues considera poder manejarla. Sin embargo, llevamos muchos años de apelar al dicho: “Reata, no te revientes, que es el último jalón”… cuando los jalones han seguido y siguen. Se han sembrado demasiados vientos, y puede estar cerca la cosecha. Es tiempo de tomar en serio que “sin maíz [campesino] no hay país, y sin frijol tampoco”. Más profundamente, es una verdad incontrovertible que sin campesinos, sin indígenas, México dejaría de ser México. Por ello hay que seguir luchando.

La agresión hacia el campo no tiene precedentes. Se puede hablar de un auténtico genocidio de la población rural –sin necesidad de balas–, con el correlativo ecocidio medioambiental. La historia juzgará a Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox como los responsables. Para Felipe Calderón y su gabinete aún es tiempo de acatar el clamor social, aplicar la “cláusula de escape”, e iniciar la reconstrucción del campo en serio. De otro modo, tendrán que cargar también con el calificativo histórico de genocidas.

* Doctor en sociología por la Universidad de Harvard, colaboró durante 30 años con comunidades campesinas e indígenas

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Hermann Bellinghausen (La Jornada, 4 de febrero de 2008)

Puertas cerradas al campo

El decreto implícito de los poderes dominantes no podía ser más aberrante: deben abandonar el campo las personas que lo habitan y dar paso a la industria agropecuaria, las hidroeléctricas y las minas; “debe” ser “productivo”, “competitivo”, “rentable”. Los capitalistas convierten al campo en una fábrica, con patrones invisibles, capataces de cuello blanco y obreros sin derechos laborales. Han convencido a la opinión pública y a los mercados (esos representantes de La Humanidad) de que no queda de otra. En Europa occidental ya casi lo lograron, “y miren qué bien están” nos argumentan. Otros subcontinentes avanzan en la misma dirección: China, India, Mesoamérica, Brasil, Europa oriental.

Los amos han decidido que todo el mundo es una isla, igualito que Japón. Que no hay para dónde; por eso al campo ya no lo aguantan más. Tan latosos los subsidios que no “rinden” en la balanza comercial (esa abstracción para los financieros que no reservan el menor espacio para los campesinos en sus previsiones; pues prevén, como los profetas). La presunta “resistencia al cambio” que se atribuye a la población rural, particularmente la indígena, guarda la simiente del más plausible proyecto de futuro con que la humanidad cuenta. Pero los amos tienen otros planes.

¿Qué “cambio” les ofrecen? ¿Mudarse a las ciudades (bueno, a sus bolsas de basura), emplearse en el crimen, darse a la drogadicción y la violencia, consumir? Volverse modernos, en suma. Tras la falsedad de que la bonanza urbana es accesible, la igualdad de oportunidades nunca fue más desigual como bajo los neoliberales, quienes se escudan en lo que llaman “democracia”, cuyo ejemplo más extremo y futurista fueron las “elecciones” blindadas del Irak liberado de sí mismo por Estados Unidos.

Los ríos serán hidroeléctricas, inundando miles de comunidades ancestrales, millones de hectáreas cultivadas con las manos, bosques, selvas, tesoros arqueológicos y hasta tierras previamente saqueadas y erosionadas por el progreso anterior. Las costas y manglares serán puertos de carga y descarga, no quedará playa sin hoteles y bulevar. Digamos que en cuanto terminen los albañiles indios en Cancún y Playa del Carmen, serán desechados.

Todo, para beneficio de los dueños de la mercancía y el dinero con que se paga el turismo. La “humanidad” que no migre a cinturones urbanos tiene la opción de regresar a la servidumbre porfiriana, y si corre con suerte, aprender inglés y recibir propinas.

El poder político y económico, representado en México por el calderonismo, los patrones globales y sus cómplices intelectuales (los tontos útiles que nunca faltan) ahondan el proyecto de convertir al pueblo mexicano en un conglomerado con “capacidades diferentes” (piadoso eufemismo que declaman en sus incursiones filantrópicas por el mundo Teletón).

Convertir en minusválidos a los campesinos, siendo ellos los seres humanos más autosuficientes que existen. Los que mejor saben sobrevivir huracanes, inundaciones, represiones genocidas, hambre y frío, firmemente unidos a la felicidad de la tierra. Hoy se les obliga a “reducirse”. Oliveros de Palestina, milperos de México, arroceros de Tailandia: su destino son los guetos y suburbios, o pegar la cara contra el cristal opaco de las fronteras.

Las sospechosas inundaciones por el tapón del río Grijalva sirven de ejemplo de cómo el capitalismo aprende las brutales lecciones de China al desplazar millones de campesinos y dar paso a la monstruosa represa de las Tres Gargantas del Yangtsé. Hoy en Chiapas, a decenas de comunidades rurales les dicen: “sabes qué, resulta que tu pueblo quedó, o quedará, bajo el agua, chin, así salió el destapón del río, sorry. Pero no te preocupes, te voy a poner unas bonitas ‘ciudades rurales’, con servicios y calles. Hasta vas a dar las gracias” (¿Sigue el río Usumacinta?).

Construídas donde a los gobernantes les da la gana y a los inversionistas les viene bien, las ciudades rurales que proliferan en el país son o serán ratoneras, con casas diminutas, una pegada a la otra, cuartos de tres por tres metros, sin patio ni más tierra que la de los zapatos, lejos de los árboles. Ni campos ni montañas, sólo plazoletas de cemento donde pronto los ex campesinos venderán garnachas, piratería o cocaína, y así ingresarán a la competividad global.

Como dijera la insigne Britney Spears, “Oops, I did it again!”: el neoliberalismo repite sus recetas de explotación-destrucción. África subsahariana es la prueba más redonda. Allí es inmenso el “planeta de ciudades perdidas (slums)” que documentara Mike Davis. Buena parte de la humanidad resulta hacinable y sacrificable.

Las eficientes cámaras de gas nazis fueron un poco demasiado. Y no a todos se les puede bombardear. Por eso, que los campesinos devengan minusválidos, y las monsantos podrán reinar.

No hay comentarios.:

....espacio para no olvidar ....

.... la memoria es, ya, una esperanza....

... Memorial de Agravios... para muestra, basta un espejo...

... civiles asesinados durante la guerra en irak ...

... por ustedes rebeldes, rebeldes seremos...

... por ustedes rebeldes, rebeldes seremos...
Foto de Pedro Valtierra