:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Si el hambre es violencia, la comida es
arma de control.
Editorial
para Zigma en la Política del 11 de junio de 2014
Pablo
Reyna Esteves (@preynae)
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::
A
año y medio de su lanzamiento y en el contexto del Mes de la Cruzada Nacional
Contra el Hambre, el gobierno federal decidió que fuera Guachochi, un municipio
de la Sierra Tarahumara, el escenario para lanzar discursos triunfalistas en
relación con la política social sexenal. Mientras en un Guachochi cercado y
militarizado relucían promesas como si estuviéramos de nuevo en campaña
electoral, a la ciudad de México llegaba la Caravana por la Justicia en la
Sierra Tarahumara, conformada por 50 gobernadores y líderes rarámuri. Ante
representantes del Senado, la SCJN y el Tribunal Agrario, denunciaron las
violaciones sistemáticas a sus derechos al territorio, a la consulta libre,
previa e informada, además de dar testimonio de las condiciones de violencia,
guerra y despojo en que viven. Sin el reconocimiento pleno de los derechos de
los pueblos indígenas – sentenciaron – “ni con 100 cruzadas contra el hambre
podrá mejorar nuestra situación que hoy vivimos”.
Atrás
de los spots cuidadosamente producidos, los retratos del presidente dejándose
abrazar por mujeres, niñas y niños en escenarios rurales y la repetición de
slogans que reiteran la promesa de arrancar de condiciones de pobreza extrema y
carencia alimentaria a 7.4 millones de mexicanos, la Cruzada contra el Hambre
deja muchas dudas. No hay claridad de los objetivos, alcances, diseño y
evaluación de la estrategia. No sabemos por qué se eligieron los municipios que
se eligieron para ser atendidos, ni cómo se canalizan los recursos. Tampoco hay
padrones de beneficiarios y del ejercicio presupuestal en los municipios
seleccionados. Sabemos, solamente, las cifras que permiten al gobierno dar
propaganda a la marca de la Campaña contra el Hambre…
Más
allá de estas lagunas de información y trasparencia que despiertan serias dudas
sobre la Cruzada, hay un debate de fondo. Las políticas económicas neoliberales
impulsadas en México desde hace treinta años han dejado un saldo de más de 50
millones de pobres según el Coneval, una lacerante desigualdad, un magro crecimiento
económico y una guerra por el control de los mercados ilegales. En los
planteamientos neoliberales, la pobreza debe ser atendida con programas
focalizados a disminuir los desastres que la política económica general
ocasiona. Este modelo económico cuyo objetivo es la acumulación, el crecimiento
y la concentración del capital no solamente genera pobres, sino que los necesita
como mano de obra barata. El despojo de los modos y medios de subsistencia de
millones de personas permiten que un puñado de mexicanos sea incluido año tras
año en las listas de los más ricos del mundo. En este marco, la Cruzada contra
el Hambre es solamente un paliativo a lo que Victor Quintana, articulista de La
Jornada, ha nombrado “una verdadera cruzada por el hambre” impulsada a través
de las reformas estructurales. Más tarda la Sedesol en rescatar a algunos de la
pobreza extrema, cuando las políticas económicas del gobierno en turno están ya
produciendo más.
Así,
sí reconocemos que el empobrecimiento y el hambre de millones son una forma de
violencia estructural, nos quedará claro entonces, que en México, la comida es un
arma definitiva de control y “ni con 100 cruzadas contra el hambre podrá
mejorar nuestra situación que hoy vivimos”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario