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Llamamos a todos y a todas no a soñar, sino a algo más simple y definitivo, los llamamos a despertar. - Sup Marcos (1/enero/1999)

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“Porque en el fondo, uno ama al mundo a partir de la certeza que este mundo, triste mundo convertido en campo de concentración, contiene otro mundo posible. O sea, que el horror está embarazado de maravilla.” -Eduardo Galeano

jueves, 31 de mayo de 2007

Indios, afrodescendientes y misión de la Iglesia -- Leonardo Boff

comp@s.. una nota del gran teólogo brasileño leonardo boff... va en referencia a lo dicho por benedicto xvi en aparecida brasil hace unas semanas... fue publicada en el periódico www.rebelion.org el 30 de mayo del 2007.

en pocas palabras el papa vino a tierras latinoamericanas a decir que la evangelización a los pueblos originarios no fue violenta para sus culturas...

por favor... ese es uno de los grandes problemas de la iglesia católica, hablar de un mundo que no es en el que vivimos.... por ejemplo, callar sobre las masacres en ruanda e irak, suponer que a los narcos la justicia divina les caera en el juicio final y que los indígenas no fueron violentados....

a ver cuando la iglesia mira que el mundo ha cambiado... que la sociedad está informada y que tiene que responder con justicia, dignidad y coherencia a los problemas complejos de la actualidad...

preyna
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Indios, afrodescendientes y misión de la Iglesia -- Leonardo Boff


Seguramente, los obispos latinoamericanos, en Aparecida, al abordar el tema central de la misión de la Iglesia, deben haberse confrontado con la cuestión histórica, todavía no resuelta, acerca de la forma como fueron tratados los indígenas y los afrodescendientes. El cristianismo en general se mostró siempre sensible al pobre, pero implacable y etnocéntrico frente a la alteridad cultural. El otro (el indígena y el negro) fue considerado como enemigo, pagano e infiel. Contra él fueron llevadas a cabo «guerras justas», y se le leía el Requerimiento (un documento en latín en el que se reconocía al rey como soberano y al papa como representante de Dios), y en caso de que no fuese aceptado, quedaba legitimado el sometimiento forzado.

No debemos olvidar nunca que nuestra sociedad está asentada sobre una gran violencia: sobre el colonialismo que invadió nuestras tierras y obligó a hablar y a pensar en los moldes culturales del otro, sobre el etnocidio indígena, con su cuasi-exterminio, sobre la esclavitud que redujo millones de personas a «piezas», sobre la dependencia actual de los centros metropolitanos, dependencia que dificulta nuestro camino autónomo, y hasta se quiere prescindir de nosotros. Las desigualdades sociales, las jerarquías discriminatorias y la falta de sentido del bien común se alimentan todavía hoy de este substrato cultural perverso.

Por eso, todavía recientemente hemos escuchado con espanto que la primera evangelización no fue una «imposición ni una alienación», y que sería un «retroceso y una involución» querer rescatar las religiones de los ancestrales. Frente a eso no podemos dejar de escuchar la voz de las víctimas, que resuenan hasta los días de hoy, testigos del reverso de la conquista, como aquélla del profeta maya Chilam Balam de Chumayel : «¡Ay!, entristezcámonos, porque llegaron... Vinieron a hacer que se marchitaran nuestras flores, para que sólo viviese la flor de ellos... Vinieron a castrar el sol». Y su lamento continúa: «Entre nosotros se introdujo la tristeza, el cristianismo... Ése fue el principio de nuestra miseria, el principio de nuestra esclavitud».

Según Oswald Spengler, en La decadencia de Occidente, la invasión ibérica significó el mayor genocidio de la historia humana. La destrucción fue del orden del 90% de la población. De los 22 millones de aztecas de 1519, cuando Hernán Cortés penetró en México, en 1600 sólo quedaba un millón. Y los sobrevivientes, al decir de Jon Sobrino, teólogo censurado recientemente por el Vaticano, son pueblos crucificados que penden de la cruz. La misión de la Iglesia es bajarlos de la cruz, y hacerlos resucitar.

Pero la esperanza de los indígenas no murió. En algunas comunidades andinas de los antiguos incas, se celebra, de tiempo en tiempo, un ritual de gran significado: se amarra un cóndor, el águila de los Andes, al torso de un toro bravo. Se traba, ante la multitud, una lucha feroz y dramática, hasta que el cóndor, con sus potentes picotazos extenúa y derriba al toro. Éste, entonces, es comido por todos. Es una metáfora: el toro es la colonización española y el cóndor es el inca del altiplano andino. Se procesa una reversión simbólica: el vencedor de ayer es el vencido de hoy. El sueño de libertad triunfa, por lo menos simbólicamente.

La misión de la Iglesia es de justicia, no de caridad: reforzar el rescate de las culturas antiguas con su alma que es la religión. Y enseguida, establecer un diálogo en el que ambos se complementan, se purifican y se evangelizan mutuamente.

No hay comentarios.:

....espacio para no olvidar ....

.... la memoria es, ya, una esperanza....

... Memorial de Agravios... para muestra, basta un espejo...

... civiles asesinados durante la guerra en irak ...

... por ustedes rebeldes, rebeldes seremos...

... por ustedes rebeldes, rebeldes seremos...
Foto de Pedro Valtierra